ÁLVARO QUIRÓS: ENTRE ÁNGELES Y DEMONIOS

Viajamos a España a conocer una historia de superación y enseñanza, con este talentoso golfista, que supo estar en la élite mundial y quiere emprender su camino de regreso a la cima. Historias «puras» de éxitos y contratiempos, que dejan muchos mensajes para escuchar.

El histórico poeta, Dante Alighieri, tuvo el privilegio, con su obra más famosa, de dejar una huella en la «línea de tiempo» del arte. «La Divina Comedia» fue el paso fundamental de la edad medieval a la cultura renacentista. Esta creación, no solamente es mística por su contenido. Piense, mi querido lector, que hasta se desconoce la fecha exacta de su creación: se habla de que, este prestigioso libro, fue realizado entre 1304 y 1321. Ahora bien, ese antes y después que marcó esta comedia (llamada así por su creador italiano ya que, empieza con una situación desfavorable, pero se anticipa un final feliz) fue consecuencia de una trama fantástica, pero con un fondo fácil de reproducir en la vida cotidiana. ¿Quién de nosotros, no ha tenido esa travesía de pasar por «el infierno», «el purgatorio» y «el cielo» de determinadas situaciones, una y otra vez?

El héroe del que vamos a hablar, conoce muy bien lo planteado. Nacido en un pintoresco pueblo de Guadairo (Cádiz), España, el 21 de enero de 1983, Álvaro Quiros empezaba a sentir ese «olfato» típico de la naturaleza que tiene el golf, con su padre: uno de los caddies en el campo público del pueblo. El «Atleti» (para quienes no saben, uno de los apodos del ilustre «Atlético de Madrid», uno de los clubes más importantes de España y de toda Europa), dueño de parte de su corazón, empezaba a «hacerse lugar» para dejar entrar a este deporte, lleno de aventuras y complejidades que transitar. Su franqueza y sinceridad, son los condimentos necesarios para entender este contexto y recorrer este intrincado (pero atrapante) camino.

Los invito a viajar por este túnel, lleno de idas y venidas, pero con muchas enseñanzas y muchas historias que contar. Por ser muy largo el trayecto, nos detuvimos en los siguientes puntos: los inicios en el tour Europeo, la victoria, con tintes emocionales, de Álvaro en su Patria, la actitud de perseverancia ante las lesiones, aquella «revancha» épica en Dubai, la ambición por mejorar rápidamente y a toda costa (con sus posteriores consecuencias), su resurgir en Sicilia, con la ayuda de su amigo, Hernán Rey (uno de los mejores coachs latinoamericanos que existen en este deporte), su admiración al legendario José María «Chema» Olazábal, y su relación con «los nuestros» (entre ellos, el histórico argentino Ángel «El Pato» Cabrera y el talentoso Andrés «Pigu» Romero, compatriota del primero. No es necesario que agregue mucho más), entre otros lugares a recorrer. Nos preparamos para acompañarlo y estar atento a todo nuestro alrededor.

– Álvaro, teniendo en cuenta la emergencia sanitaria de público conocimiento, me gustaría que nos cuentes un poco acerca de cómo venís llevando esta situación y cómo pudiste organizar, en este momento, tu rutina de entrenamiento (si es que lo pudiste hacer). 

– En principio, no tengo una rutina de entrenamiento estipulada porque los campos de golf están cerrados. Estamos en un confinamiento puro y duro (que es una buena cuarentena). Lo que sí es verdad es que, la última semana, he logrado hacer una especie de «cancha de práctica artificial» en el garage. Esto lo hice con un cable de acero, una manta que tengo del PGA (de hecho, una buena manta) y un trocito de césped artificial, que conseguí antes de que se endurecieran las medidas aquí, en España. Y bueno, voy acercando o alejando, un poquito, el trocito ese de césped artificial, a la manta, para poder pegar un palo más corto o un palo más largo. Aparte de eso, poco más. Por ejemplo, tené en cuenta que yo vivo en una urbanización pequeñita en la que, inicialmente, teníamos gimnasio. Pero éste también está cerrado por medidas de seguridad relacionadas a este tema.

– Cuando analizo tu carrera en el profesionalismo, veo que conseguiste, tu primera victoria, en tu primera temporada con status completo del European Tour (Diciembre 2006, Sudáfrica). A su vez, tiempo después, tuviste una seria lesión en la muñeca izquierda, comenzando una serie de situaciones adversas. Esto hizo que tengas que convivir con el dolor, por un largo tiempo. ¿Cómo te trabajó, en ese momento, tu cabeza, luego de tan rápido ascenso? 

– Bueno, la verdad es que hay más de una anécdota con este tema. Gané en mi primer torneo del circuito nacional, gané en mi primer torneo del Challenge Tour (circuito de antesala al tour europeo) y gané en mi primer torneo, con tarjeta completa, del European Tour. Es decir, que tienes toda la razón. He ganado siempre «de primeras», en los primeros torneos que he jugado (de los tours a los que he llegado).

Saliéndome de esa apreciación, estuve siete meses y medio retirado de los campos. Se me hizo muy duro porque, de alguna manera, fue a tres-cuatro meses de haber ganado. Hay que tener en cuenta que uno se «hace su película» también. Cuando uno gana, ve que se pone ahí, cumpliendo su sueño de amateur. Decís: «bueno, no sé si voy a llegar al tour». Y llegas, ganando «a la primera de cambio». Es un sueño hecho realidad.

Ahora bien, ¿qué pasa? Que, en esos siete meses y medio, no sabía si iba a poder volver a jugar. Tanto por esta imposibilidad física, como si realmente iba a poder alcanzar el nivel que había dado hasta ese momento. De hecho, tengo la anécdota de mi mujer (en ese momento, mi novia) que me decía que me levantaba sonámbulo y daba una especie de rueda de prensa, tanto en inglés como en español, en donde explicaba que clase de operación me habían hecho (risas). Imagínate como me quedé traumado. Igualmente, trabajaba bien físicamente para recuperarme. Hice la rehabilitación, «a pie juntillas» (firmemente), con el médico que me operó… O sea que, hice todo lo que pude. Y, de hecho, jamás he vuelto a sentir una sola molestia de esa muñeca. Pero fue un período feo, por las dudas que creó la lesión.

Álvaro Quiros celebrando, con su título de campeón, la victoria en el «Open de España 2010», del European Tour, disputado en el «Real Club de Golf de Sevilla».

– Tuviste grandes victorias entre ese 2006 y 2010. Pero quiero recaer en este último año. En ese 2010, lograste ganar en tu país, en la cancha de tu primera victoria como profesional, soportando la presión de ese último día y entrando en un listado selecto de locales que triunfaron en este evento (desde que el certamen fue parte del European Tour. Esta lista fue integrada por Seve Ballesteros, Sergio García y Antonio Garrido. Luego de la victoria de Álvaro, se sumaron Miguel Ángel Jimenez y Jon Rahm a la nómina). ¿Sentís que lograste sacar una espina, que tenía el golf español con sus integrantes, en este certamen? Luego de esa situación (con ese contexto) y tu establecimiento en los primeros planos de la élite mundial: ¿te diste cuenta que estabas para mucho más (me refiero a, por ejemplo, majors)?

– Bueno, en mi caso, yo creo que la victoria del Open de España fue muy especial. Más por el nivel sentimental, que el respaldo que me dio a nivel profesional. Esa es la verdad. Para mi, fue una situación muy especial por lo que has dicho. Fue en el campo en el que gané mi primer campeonato como profesional (el Real Club de Golf de Sevilla). A su vez, se dio una particularidad también: fue el Día de la Madre y la mía estaba presente para verme ganar. Cosa que es muy extraordinaria porque, mi madre no suele acudir a los campos de golf (se suele poner muy nerviosa).

La segunda curiosidad es que gané en playoff y, hasta esa fecha, no había ganado ningún torneo en desempate. También, esa semana fue muy especial porque el campo estaba en perfectas condiciones pero, su «set-up», (preparación) no era ideal para un pegador largo: un rough muy alto, los fairways se estrechaban muchísimo a partir de los 260-265 metros… O sea, que lidié toda la semana, no agarrando muchos fairways, pero sí pegando hierros muy buenos, a greenes muy duros.

Ahora bien, yo si creo que, con respecto a ese día, fue más determinante ganar Qatar (se refiere al Commercial Bank Qatar Masters 2009. Esta victoria se dio sobre jugadores de la talla de Henrik Stenson, Louis Oosthiuzen y Adam Scott, entre otros). Qatar fue el torneo que me puso más arriba a nivel profesional. Gané con un «field» (nivel de competidores) muy fuerte y de manera cómoda, a nivel personal, por cómo sentía el swing.

Como podrás ver, desde que era profesional había ganado, al menos, una vez al año. Fue una evolución muy de «poquito a poquito». Y de ahí que yo no sintiera nada muy especial con ninguna de las victorias, a excepción del «Dubai World Championship» que fue más determinante. De hecho, a raíz de esa victoria fue cuando empieza mi peor faceta, que se extiende hasta, prácticamente, estos días. A raíz de ganar ahí, pensé que necesitaba hacer cambios técnicos, para ser mejor y más consistente, y consolidarme entre los 15 mejores del mundo (más que del 20 al 50). Pero bueno, eso ya es otro tema.

En esta foto, vemos al campeón del «Dubai Desert Classic» 2011 (European Tour), Álvaro Quiros, luego de una ronda final con muchas particularidades.

– Ese 2010 terminó con un T-11 en el Open de St Andrews. Al año siguiente, muy buenas actuaciones en The Masters y el Us Open. Entre medio, una victoria tuya muy recordada, en el Dubai Desert Classic de 2011, ya que el torneo tenía figuras de la talla de Tiger Woods, Rory McIlroy y Lee Westwood, entre otros. Encima, este triunfo se dio de una manera muy particular. Hoyo en uno en el 11 (luego de un triple bogey en hoyos anteriores) y recibiste atención médica en el hombro. ¿Recordás como actuó tu cabeza ese último día, conviviendo con el dolor? ¿Considerás que esa victoria fue la más especial? De ser así, ¿por qué?

– Esa victoria fue muy especial, primero, por la manera. Hice triple bogey al hoyo 8, birdie al hoyo 9 (un par 4 muy difícil), par al hoyo 10 (par 5, en donde se pegaba un hierro 7 al green), y «hoyo en uno» en el 11. A partir de ahí, sí que aguanté muy bien.

Ahora bien, fue mucho más especial porque yo venía de haber perdido, ese mismo torneo, en el año anterior. En el hoyo 13 de ese día domingo, tenía un putt para águila, en donde quedaba como líder por 4 golpes. Y fue, de las poquitas veces que me ha pasado en mi carrera (debo reconocerlo), que adelanté el posible resultado. Es decir, pensé: «si meto este putt, gano ese torneo». Grave error. Tiré un putt muy agresivo, la pasé a 1 metro veinte (cm) del hoyo y había mucho viento. Fallé ese metro veinte y, aunque seguía liderando, salí tocado de ese tee. De hecho, hice 3 putts al 13 (como dije antes), al 14 y al 15 también. Me puse un golpe por detrás del líder. En el 17 no hice birdie y, en el 18, no sabiendo reconocer las circunstancias, pegué una madera 3 a un sitio donde no se podía pegar. No tenía distancia para llegar, no quería reconocer la realidad y, por eso, terminé en el agua (El hoyo tiene una laguna delante del green), concluyendo, posteriormente, muy mal el hoyo. Fue doloroso. Por eso, fue aún más especial ganar ese torneo, al año siguiente.

Aquí vemos a Álvaro Quiros festejando su putt para águila, que le dio el triunfo, en el «Dubai World Championship» de 2011 (evento que cierra la temporada del European Tour), sobre Paul Lawrie y un «field» de excelencia.

– En ese 2011, el Dubai World Championship (torneo de cierre de temporada en el European Tour), como habías nombrado antes, te dio una gran victoria contra el escocés Paul Lawrie y te depositó en el puesto 21 del ránking mundial. Sin embargo, al año siguiente, las lesiones en tu muñeca (de vuelta) y el excesivo trabajo con tu swing, hicieron que pierdas la confianza y el ritmo. Eso hizo que desaparecieras, de los primeros planos, en años siguientes. Ya de las lesiones hemos hablado algo. Ahora, ¿por qué la decisión de cambiar el swing? ¿Cómo fuiste llevando, en tu cabeza, la frustración que te generaron esos años? 

– A ver, siempre, uno parece que ambiciona lo que no tiene. Parecía que, por la época esa, de año 2011, los prototipos de jugadores no eran el «típico jugador» como yo. No eran los típicos pegadores fuertes, con un juego corto, más bien, irregular. Sino, era al contrario. Luke Donald era una maquinita, Jason Dufner era un jugador importante también… Con esto, me refiero a que, el prototipo de jugador que yo tenía por delante, no era el pegador descontrolado que tenía semanas buenas. Era más el «tiki-taka». Era el que hacía pocas semanas extraordinarias y más semanas parecidas, parejas. Entonces, yo pensé que, para ser un jugador más consistente, mi consistencia iba a venir a través de cambiar el movimiento. En ese cambio de movimiento, lo que realmente pasa, es que empeoro el swing. Lo empeoro mecánicamente. No hay más lectura. Si a eso, encima le sumo que me lesioné de la segunda muñeca (empecé a sufrir molestias, entre mayo y junio y, hasta octubre, no descubrí que tenía un ligamento parcialmente roto), podemos ver que se produjo una involución. Si bien, mi trayectoria había sido todo aprender y evolucionar, desde muy temprana edad (a nivel profesional me refiero), en ese momento, hubo una involución. Ahí empecé a, simplemente, mover el palo mal técnicamente. Eso hizo que empezara a perder confianza, a través de mis resultados.

Lidié todo lo bien que se podía lidiar. Buscando seguir trabajando. Y de mala manera porque me estaba equivocando. Y que conste que, ese cambio, lo organicé yo. Lo orquesté yo, en contra muy del criterio de mi entrenador. Pero bueno, las personas cometemos errores. Y yo cometí el mío ahí.

«A posteriori», pues mira, eso (lo que te contaré), en sí, ya es una consecuencia. Entre la lesión y las malas decisiones, técnicamente hablando, venía arrastrándome durante muchísimos años. Perdí, básicamente, lo que era una buena mecánica. Y ahí pues, se produce, lo que viene a ser el «descenso a los infiernos». Cambio de entrenador por primera vez en mi carrera. Luego, empiezo a trabajar con un entrenador que, en teoría, tenía un gran nombre. Pero a mí no fue me fue nada bien.

De ahí, salté a un amigo argentino, que coincidí con él jugando el Challenge Tour, que terminó siendo profesor mío. Su nombre es Hernán Rey y, con él, llegué a una buena sintonía pero, lamentablemente, Hernán vivía ya en Orlando. Yo, aquí, en Europa, necesitaba una persona que cuidara más, obviamente, de mi gesto técnico pero, a la vez, de esa gestión de la falta de confianza. Y como no lo tenía «in situ», terminamos rompiendo.

Volví a quien fue mi entrenador de toda la vida, José Rivero. y ahí mejoré algo. Pero, mecánicamente, llevo 2 años en los que yo no puedo jugar mejor de lo que juego. No porque mi mentalidad no me lo permita (que tengo, obviamente, déficit de muchos años haciendo demasiados golpes para lo que estaba acostumbrado), sino más porque, simplemente, fallo demasiado para lo que quiero yo. Y ahí bueno, pues es el momento en el que me encuentro ahora mismo.

Álvaro Quiros se saluda cordialmente con el sudafricano Zander Lombard, luego de ganarle, en el segundo hoyo de playoff, el «Rocco Forte Open» 2017, disputado en «Verdura Golf & Spa Resort» (Sicilia)

– Llegó ese 2017, que te trajo la emocionante y dramática victoria en Sicilia, con la mano de Hernán Rey (del quien, en la pregunta anterior, algo me has contado). Contanos, ante todo, las sensaciones de ese día domingo, que llegaste a ganar por 7 golpes y terminaste definiendo (el certamen) en un playoff. Hernán, en ese momento y a raíz de esa victoria, escribió una reflexión, en donde estaba contento de verte de vuelta “feliz, optimista y positivo”. ¿Qué tan importante fue él para vos, en tu resurgir, más allá de lo técnico? 

– Claramente, todo el mundo estaba más contento de lo que estaba yo. En ese torneo, aunque se que es una ocasión difícil de explicar (y no quiero sonar con esto arrogante), había que tener en cuenta muchos detalles. Lo primero es que, honestamente, no era un torneo con un gran «field». Lo segundo es que yo fui llegando a esa posición, más que pegando bien a la bola, gestionando bien mis demonios internos. Es decir, «la llevaba como podía». Pero ese «como podía», con ese «field», pues estaba dando resultados. Era un campo que bueno, los «par 5» eran llegables. A su vez, si era capaz de realizar «approachs» y «putts», me manejaba… De hecho, por eso termino ganando el torneo.

También tengo que reconocer que hice un triple bogey en esa ronda final. Pero porque esa era la tónica habitual. Yo llegué a un hoyo, en el que necesitaba de una bola que yo sabía que no podía generar. Entonces, voy planteando ese golpe, más para ir huyendo de posibles desastres, que concentrándome en conseguir lo que quería. Y esa es la tónica a la que me refiero, con la que venía luchando durante mucho tiempo. Necesitaba algo más que, simplemente, una buena mecánica (que no la tenía todavía. Pero uno había mejorado algo). Y entonces, en ese playoff, eso se ve.

Yo termino haciendo la entrevista, un poco con «cara de pocos amigos» cuando, obviamente, había recuperado mis plenos derechos del Circuito Europeo. Todo era como fiesta alrededor mío. Y yo sabía que había sido, como se suele decir en España, «pan para hoy y hambre para mañana».

Con respecto a Hernán, pues mira, me ayudó mucho porque, gracias a él, conseguí esa victoria. Es una persona excelente. Y fue una persona que, en ese caso confié en ella porque había sido su compañero. A su vez, yo fui muy franco y muy directo con él. Sabía que me podía ayudar, en primer lugar, por la parte técnica (que era la que yo necesitaba). Además, yo sí soy de los jugadores que piensa que un entrenador ha debido competir. ¿Porqué? Pues, porque sabe que no todo el mundo tiende a jugar, de la misma manera, en determinadas circunstancias. No necesariamente bajo presión, para ganar torneos y para no fallar un corte. Sino, cuando simplemente no se ve cómodo (el jugador) con el golpe que tiene que pegar.

– Hace un tiempo, vi en “Ten Golf” que, el legendario José María “Chema” Olazábal, (eminencia del golf español y mundial), te estaba ayudando con unos cambios técnicos. ¿Qué tan influyente fue (y es) Jose María para tu carrera? ¿Qué te gustaría tener del juego que lo llevó a tener la trayectoria que tuvo y en qué sentís que te pareces a él? (si es que considerás que te parecés en algo, obviamente). 

– «Chema» obviamente que es una persona influyente. Primero porque, como persona, es alguien para mí muy especial. Un carácter espectacular. Un señor. Con respecto a la parte deportiva, también es un señor pero, encima, con éxito.

La parte que le envidio (y creo que le envidia medio planeta golfístico), sin lugar a duda, es el juego corto. Y su mejor juego de hierros que yo, lamentablemente, no lo vi. Pensá que, aquí en España, he visto poco golf en televisión. Esto se dio porque, las transmisiones, siempre se dieron por la televisión privada. Y yo no vengo de una familia muy adinerada. Vengo de una familia de orígenes humildes y no teníamos la opción. Pero, sobre todo, lo que más le envidio es su carácter. «Chema» es una persona excepcional. Esa es la parte que más me influye.

– Tengo entendido que tenés una muy buena relación con varios de los golfistas de nuestro país: otra leyenda como Ángel Cabrera y el talentosísimo Andrés «Pigu» Romero, son 2 de ellos. Contanos cómo surgió esa relación y cómo está actualmente. ¿Cómo ves al golf de los latinoamericanos en general?

– En cuanto a mi relación con Ángel y con el «Pigu» Romero, primero te voy a hablar de este último porque, al fin y al cabo, ellos jugaban el circuito europeo y, cuando yo llegué, llegó prácticamente el «Pigu». Somos de edades parecidas. Es un personaje espectacular. Lo considero una bellísima persona. Tengo una relación más estrecha, porque he convivido muchísimo más.

Igualmente, con Ángel, fue con el que intimé un poco más también porque, en la época en la que yo entraba en los majors (y estaba en mejor ránking mundial), pues Ángel, obviamente, había ganado The Masters y el US Open, entre otros grandes logros. Así que, tengo buena relación por eso.

También es verdad que, cuando llegué al Tour, la relación con los jugadores sudamericanos (básicamente argentinos y poco más, porque no ha quedado mucho más) era más estrecha. Cuando yo llegué al Tour, la única plataforma para un argentino, básicamente para salir del país, era jugar el European Tour. Creo que, desafortunadamente, ahora existe la opción del PGA Latinoamérica, pero no sé si realmente surte efecto con los jugadores argentinos. No sé si realmente están llegando a alguna parte más y eso, obviamente, pues los está alejando. De hecho, el número de argentinos que jugaba en el circuito europeo ya no existe. Y eso es porque ya ni intentan jugar la Escuela Clasificatoria o porque, simplemente, se ha pasado a la opción del PGA Latinoamérica. Desde mi punto de vista, es una pena. Pero, oye, cada jugador elige su camino o el camino que puede, realmente.

– Para finalizar, como en todas las entrevistas, busco que mis invitados nos dejen un consejo, para aquellos que se inician en esto por amor al deporte o para quienes dan sus primeros pasos como profesional. ¿Cuál sería el tuyo? 

– Si tengo que darle algún consejo a alguien que empieza a jugar al golf, le recomendaría que buscara la parte más social y lúdica. Que dejara, un poco aparte, esas ambiciones que tenemos todos con respecto al inicio de la práctica de un deporte (de hacerlo lo mejor posible, etc).

Este es un deporte que, la mejor manera que tenemos para mejorar es, siempre, «haciéndolo un juego». Y te lo dice alguien que se ganó la vida con ello. Es muy difícil para seguir poniéndole trabas. Tiene que ser una diversión. O sea, que ese sería mi consejo principal.

Si bien, el futuro del éxito de Álvaro en el golf es incierto, creo que dio los pasos necesarios. Este análisis crudo, pero real, hace que tenga los pies sobre la tierra. Sabe lo que es trabajar en esto. Y no disimula la realidad. Si bien, estamos en una etapa especial a nivel mundial, Álvaro tiene en mente volver a los primeros planos. Como dice el, «lidie con lo que tenga que lidiar». Quizás, ahora, pasando el tiempo y pensando en frío, tiene muchos más recursos que antes. O tiene «El Recurso»: saber convivir con la adversidad y reordenarse. Podemos ver, como consecuencia de esto, que, de a poquito, va poniendo la cocina en el comedor y el inodoro en el baño.

Uno nunca termina de conocerse a uno mismo y, muchas veces, queda enredado en un «agujero negro» en el el único camino de salida es entender que las variables del contexto pueden escapar del control propio. Los fantasmas internos siempre pueden aparencer, pero hay que saber convivir con ellos. Se puede llegar al éxito también en esta situación. Sino, pregúntenle a Álvaro, que llegó a tener su lugar ENTRE ÁNGELES Y DEMONIOS.

Matías Miguel Torge

Handicap 54

 

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