Pequeño análisis de la vuelta del golf a la TV. Las particularidades de la nueva normalidad. ¿Se encontraron soluciones, a problemas existenciales del deporte, con este nuevo contexto?
Se le nota la sonrisa, mi querido lector. No se preocupe que nosotros estamos igual. ¿Quién iba a pensar (arrancando el año) que, el mundo, iba a estar TAN pendiente de un «Skins Game», a mitad de mayo? El COVID-19 hizo todo esto posible. Realizo esta afirmación porque, para quienes vivimos fervientemente este deporte, el sacarnos la posibilidad de disfrutar esta actividad, por televisión, y durante tanto tiempo (a tal punto que esperemos, con ansias ver, a los mejores jugadores, en una competencia amistosa y con fines benéficos), es equivalente a sacarle el dulce a un niño. El fastidio y la impaciencia predominaba. Ya no sabíamos que hacer. La tecnología sólo nos ayudaba a recordar viejos momentos. Pero no era lo mismo. Por suerte, había luz en el fondo del túnel.

Aquella pesadilla de la mañana del Viernes 13 de Marzo, momento en que se canceló The Players Championship, había quedado muy atrás. Seminole Golf Club, joyita del «artista» Donald Ross (histórico diseñador de canchas de golf. Aparte de esta obra de Florida, se encuentran, entre sus logros, el legendario campo de Pinehurst N°2), era la sede perfecta para este regreso. Un lugar pintoresco, con el desafío latente del viento y la necesidad de elegir los lugares correctos, a la hora de llegar al green. Todo esto, sumado a la motivación de los jugadores por volver y demostrar que se puede superar a este virus, hacía una combinación perfecta para que la vuelta del golf esté garantizada. Ya venían declarando, los protagonistas, que sabían de la responsabilidad que afrontaban, ante el mundo, de poder demostrar que, bajo un estricto protocolo, se puede retomar con la práctica de esta actividad. Era cuestión de pararse en el tee del hoyo 1 y empezar con la acción.

Estaba todo listo. Cuatro, de las estrellas del PGA Tour, divididos en 2 parejas. La modalidad era la adecuada: el equipo que hacía menor score en cada hoyo, obtenía un premio en dinero. En el caso de empate, el pozo se acumulaba para el hoyo siguiente (todos los premios fueron donados, obviamente). A su vez, los equipos estaban conformados. Por un lado, la regularidad del estadounidense Rickie Fowler y la extravagancia de su compatriota, Matthew Wolff. Por otro lado, la potencia descomunal del N°1 del mundo, el norirlandés Rory McIlroy, acompañado de otra figura americana, capaz de demostrar su poderío de distancia, como lo es Dustin Johnson. Cuando Rory inaugura el certamen, se genera un cierto manto de tranquilidad de volver a disfrutar lo que tanto anhelábamos. Sin embargo, empiezan a surgir ciertas particularidades en esta «nueva normalidad»:

Situación especial N°1: los jugadores cargan con su propia bolsa y no tienen la ayuda de los caddies. Fue una decisión provisoria, necesaria por este contexto. Ahora bien, el televidente empezó a ver esto con otros ojos. Se notó, claramente, lo importante que es un caddie en el desempeño de un profesional. Falta de aciertos en las distancias, errores en la toma de decisiones y fallos en las elecciones de palos, hicieron que… ¿Se empiece a plantear la idea de agregar dificultades, de este estilo, al juego? Es innegable el gran talento de estas grandes figuras. Ahora bien, pareciera que quedó al descubierto la importancia de la minuciosa información que se maneja hoy en día.

Situación especial N°2: el ritmo de juego. El histórico comentarista de golf, en ESPN, Francisco «Paco» Alemán, en su cuenta de Twitter, planteó la polémica. Teniendo el cuenta el contexto (diversión y cero presión), expresó que, el ritmo de juego del día de la fecha (9 hoyos en dos horas y diez minutos), se podría mantener en el tour. ¿Encontramos la «receta mágica» para el juego lento? Si bien, es una pregunta compleja, podemos vislumbrar algunos aspectos a tener en cuenta, para solucionar esta gran problemática. Con el ejemplo de hoy, han quedado expuestas rutinas exasperantes de algunos jugadores del tour, a la hora de jugar un putt o ejecutar un tiro del fairway. Sin embargo, considero que hay factores que no permitirían llegar a este nivel de perfección. ¿Cuántas veces hemos visto demoras largas porque los «marshalls», en su tarea dentro del campo de golf, han tenido que correr mundos de gente para que el golfista pueda enmendar un tiro desviado? ¿Qué pasaría ante el apuro de no demorar, por una penalidad y, como consecuencia, infringir en una regla local, por ejemplo? ¿No se verían afectados los códigos de ética? Es interesante que, este aspecto, también haya quedado en la vidriera. Si bien, no hay una única solución, como dije anteriormente, esta «crisis», termina siendo una «oportunidad», para buscar una alternativa a uno de los males de este deporte.

En cuanto al partido, fue más parejo de lo que se pensaba. Rickie Fowler, con 7 birdies en 18 hoyos, generó, junto a Matthew Wolff, una paridad asombrosa ante un Rory McIlroy, que alternaba dardos de calidad con errores (propios de la falta de competencia), y un Dustin Johnson errático. Éste último, sin embargo, tuvo la posibilidad de quedarse con el partido, con un putt de media distancia, en el hoyo 18. Esto hizo que se desempate todo en el Hoyo 17, con la modalidad «Closest To The Pin» (quien dejaba, la pelota, más cerca de la bandera, ganaba el partido). Allí fue donde, la calidad del N°1 del mundo, predominó sobre el resto. Un wedge, desde 120 yardas, a la altura de la bandera, fue la estocada final. La victoria había quedado del lado de los bombarderos.

A pesar de la descripción, el resultado es anecdótico. Ud pudo, como yo, disfrutar otra vez de cuatro horas de transmisión, con el mejor golf del mundo. Se que no es lo mismo, pero me imagino que está feliz. Comparto el sentimiento. EL GOLF ESTÁ FELIZ.

Matías Miguel Torge
Handicap 54