Una nueva página de los libros del golf se escribe con lo que dejó la victoria del español en Muirfield Village. El espíritu de Seve sigue en lo más alto.
Que su temperamento es complicado, que todavía no está preparado para un major, que la posibilidad de tener el N°1 lo estaba afectando… Todo esto quedó de lado esta semana. Y el ambiente fue de un major.

Luego de una semana con condiciones accesibles, Muirfield Village se preparaba para la ocasión. Para colmo, Tiger Woods confirmaba su regreso, siendo el condimento que faltaba a la «fiesta» (a pesar de la falta de público) que se esperaba en la segunda semana consecutiva jugando en la casa del Oso Dorado: Jack Nicklaus. ¿Qué medidas se tomaron? Rough sin ningún tipo de corte, fairways y greenes con el agua mínima para un buen mantenimiento y posiciones de bandera con cierto grado mayor de dificultad. La metamorfosis fue perfecta y el trabajo en ella fenomenal. A Collin Morikawa, el ganador del Workday Charity Open, no le había servido de nada su experiencia en este evento. Parecía que nos hubiéramos metido en otro club.

Como todo buen anfitrión, Jack Nicklaus no dejó de lado ningún detalle. De hecho, la costumbre de estrechar la mano al ganador, en el green del 18, no iba a exceptuarse por la pandemia. «Voy a estrecharles la mano. Si no quieren hacerlo, está bien. Chocaremos el puño o el codo. Pero no les daré COVID-19» (hay que agregar que, al llegar el día domingo, Jack anunció que tanto él como su esposa, Bárbara, tuvieron el virus en marzo y se recuperaron sin problemas. Es por eso que el sudafricano Dylan Frittelli, siendo asintomático, pudo conocerlo sin ninguna dificultad). ¡Y menos mal que tomó esta postura! En el Workday Charity Open, como se adelantaron las salidas por la lluvia, no pudo llegar a tiempo a recibir al ganador en el green del 18. Para colmo, lo último que vio (antes de tomarse el avión para allá), en el recordado playoff del evento, fue el monstruoso putt de Justin Thomas, a quien felicitó como campeón antes de tiempo (risas).
Antes de entrar en detalle en estos cuatro días, me parece pertinente dejar en claro algo. Es indudable que el Memorial Tournament está un escalón por encima del resto de los torneos regulares del tour. Ahora, sería un error grave ponerlo en la misma altura que los majors o The Players. ¿Qué le quedaría a Riviera o al Arnold Palmer Invitational, por ejemplo? Muirfield Village es una sede que demostró estar a la altura de las circunstancias de un major, a pesar de no haber recibido a ninguno de ellos en la rama masculina (si tuvo la suerte de tener las mayores competencias por equipos en el mundo: la Presidents Cup y la Ryder Cup, a nivel masculino, y la Solheim Cup, a nivel femenino). Acá, el matiz principal pasaba por otro lado. Todo regreso de Tiger genera un ambiente especial. Eso, sumado a que el N°1 estaba en juego y a la curiosidad de ver como una cancha del PGA Tour realizaba un «cambio de personalidad» para recibir, en 2 semanas consecutivas, a los mejores jugadores del mundo, fue la consecuencia de que miremos el certamen con otros ojos. Es hora de entrar en la acción.

Jueves y Viernes. Tiger y su espalda como termómetro. DeChambeau y los recuerdos de John Daly. Tony Finau con el tanque lleno. Ryan Palmer sin perder pisada : Indudablemente, la clave en estos 4 días iba a estar en la paciencia. Un jueves, con el viento como factor principal, hacía su trabajo en los scores. Solo 24 jugadores bajo el par de un campo seco y con un rough penalizante. Salidas de más de 400 yardas (el amigo Bryson aportó 2 ese primer día), mezcladas con la necesidad de un control quirúrgico de las 100 para abajo. Todas las conexiones de cada uno de los aspectos del juego debían estar aceitadas. Este mensaje lo entendió bárbaro el estadounidense Tony Finau. Ronda de 66, con 6 birdies en los últimos 9 hoyos. Líder por uno sobre su compatriota (y gran jugador de tee a green) Ryan Palmer.

¿Por qué no hablamos de Tiger y Bryson por días separados? Sería mostrarles una imagen sesgada. Por el lado del tigre, su columna vertebral pasó a ser (también) el origen del equilibrio de su juego. De un jueves a 5 golpes del líder, a un viernes sufriendo por pasar el corte. Rory confesó verlo con molestias (agrego que, al finalizar su preparación, reconoció que le falta «más repeticiones. ¿Lo veremos en el WGC FedEx St. Jude?). Si no fuera, entre otras cosas, por Bryson DeChambeau, no lo hubiéramos visto (por primera vez) en el fin de semana de Ohio. Por suerte, el científico tuvo su aporte.

Bryson DeChambeau llega al tee del 15 alternando buenas y malas. Podía superar el corte con holgura. Pero, las fórmulas fallaron. Y la cabeza se empezó a desordenar. Salida hacia la izquierda, terminando en un área de penalidad, luego del rebote en un árbol. Cuando el margen de error no era amplio, decide ir por todo, en una elección de caminos insólita. Esa madera 3 necesitaba «doblar» su trayecto desde un lugar IMPOSIBLE. 2 veces afuera de los límites y un tercer intento al borde del abismo. En el medio, dropeo polémico, discusión con dos oficiales de reglas (calificó de «basura» la decisión coherente de uno de ellos sobre su 2do intento fallido) y un quíntuple bogey que lo dejaba fuera de toda participación. Como «broche de oro», vimos a su caddie tapando la cámara que lo filmaba en el hoyo siguiente. El brote de furia era imposible de detener.
Como dijo nuestro anfitrión Nicklaus, Bryson tiene una nueva herramienta que todavía tiene que acostumbrarse a usarla: la potencia. A pesar de que haya ganado en Detroit, consideramos que la clave está en lo que dice «The Golden Bear». Ahora bien, en este caso podemos afirmar claramente que su carácter muchas veces le juega en contra. En este juego, en donde lo mental es una variable necesaria, no puede darse el lujo de no contemplarla. Lo intangible en este juego es lo que te puede diferenciar claramente del resto. Los impulsos de John Daly (bombardero de clase y «palabra autorizada» en esto) lo han llevado a dejar de lado muchísimas chances de estar en la élite por mucho tiempo (y lo digo a pesar de sus 2 majors conquistados). Esto fue sólo un llamado de atención.

Por el lado de los primeros puestos, Ryan Palmer no «dejaba en paz» al líder. Pasando los primeros 36 hoyos lo igualaba (fíjense cómo es el golf que, la semana pasada, no pudo bajar el 77). A su vez, Jon Rahm daba señales positivas sobre su juego y se ponía a uno. Se notaba que lo que estaba en juego no se le iba a escapar esta vez. Sin embargo, Finau no dejaba de sorprender. El juego corto y el juego sobre el green estaban en un nivel superlativo. Nada parecía interferir en el oriundo de Utah, más allá de lo nombrado. Bueno, había un muchacho de los nombrados que tenía otros planes.

Sábado. Rahm y la mejor vuelta de su vida. Los argumentos por lo que el espíritu de Seve se representa en él. Palmer y Finau derrumbados en el peor momento: Finau era una máquina. Bomba de 50 pies en el 10 y birdie en el 11 le hacían sacar 3 de ventaja a un Ryan Palmer que no encontraba la forma de hacer score (pareciera, con lo que describo, que no se entendiera cómo estaba allí. Ahora bien, su forma de llevar la pelota de una manera prolija, teniendo en cuenta las condiciones del campo, fue la razón principal de su lugar. El evento, en estas circunstancias, buscaba esto). Ahora bien, 3 hoyos fatales, lo hacen ir perdiendo terreno. Doble bogey al 12, no baja el 13 y agua al 14. Palmer realiza un gran birdie al 13 y se iba probando el traje de líder. Por poco tiempo. Jon Rahm sacó la furia española. Y estaba indomable.

Del 13 al 16, el nacido en Barrika dio una clínica de golf. Grandes salidas, un toque premium alrededor del green del 15 (con muy poco green para trabajar) y un putt clave en el 16, le permitían puntear en solitario, en un abrir y cerrar de ojos. Destaco esos 4 hoyos porque había que hacer 4 birdies seguidos en otro día de situación extrema. Ahora bien, por algo destacó que fue su mejor ronda de golf. Jon Rahm empezaba a reafirmar porque venía a continuar el legado del gran Severiano Ballesteros. Cuando estuvo complicado, supo como salvarse. Agréguenle a esto 9 de 14 fairways y 13 de 18 greenes. 4 golpes de ventaja a Ryan Palmer y Tony Finau. Faltaba lo más importante: cerrar. Y más en un domingo que garantizaba ser una carnicería. Las banderas ayudaron al viento insoportable y a la lluvia intermitente. Sin embargo, Rahm estaba preparado para el toque final.

Domingo. Phil Mickelson y una nueva edición de sus locuras. Rahm jugando como un N°1. Los nervios de los últimos 9 hoyos. La mística de Tiger y Seve en el 16 (polémica de por medio). El cumplimiento de un sueño: No podemos no hacer mención a las perlitas que nos dejó Phil el día domingo. Vaso de café en el green del 2, putter desde ¡78 yardas! en el hoyo 13 (y flop, con swing entero, para salvar el par) y salida «a buena» en el hoyo 16. Para todo dio su explicación y se la aceptamos. Ahora bien, no hubo mente que no se le pasara por la cabeza que esto pudo haber sido alguna «protesta encubierta» por el estado extremo de la cancha. De cualquier manera, a Phil se lo ama o se lo odia. Pero a sus 50 años siempre nos deja tema de conversación. Por algo es lo que es.

Yendo a las acciones, parecía todo definido luego de los primeros 9 hoyos. El español se calzaba el traje de N°1 casi sin darse cuenta. De esa manera jugó esta parte de la ronda. 8 de ventaja llegó a sacar, con un plan claro: no regalar nada y errar por los lados correctos. En fin, lo que tiene que hacer un líder que quiere mirar a todos desde arriba en el ránking mundial. Pero, en el golf, no hay frase tan trillada, pero cierta, como la que hace referencia a que todo se define cuando se emboca el último putt. Al entrar al hoyo 10, empezamos a notar turbulencias en este viaje.

Salida hacia la derecha y un árbol en la línea del 2do tiro. Bogey. Primer tiro del 11 y… agua. Doble Bogey. Ryan Palmer hacía un gran birdie al 12. Llegamos al 14 y Rahm perdía otro golpe más. 3 de ventaja, con 4 por jugar, y los fantasmas empezaban a aparecer y generar momentos incómodos. Si bien, ambos no bajaron el par 5 del 15, los peligros seguían existiendo. La cabeza de Jon no era la misma y Palmer no tenía mucho que perder. No cometía errores groseros y se mantenía paciente. La salida del español, para colmo, quedó en una posición espantosa. A la izquierda, con muy poco green para trabajar y el agua amenazando. Pero es ahí donde Seve no quería perderse la fiesta. Estoy seguro que recordó lo que hizo Tiger en el 2012 (su recordado flop, en el mismo hoyo. Luego de eso, se llevaría el triunfo) y lo ayudó desde arriba. Era el momento perfecto. La película empezaba a cerrarse.

Ese chip fantástico del 16 fue el golpe de gracia. Pero aquí se generó una situación delicada y es por eso la mención aparte. Jon Rahm tuvo una penalidad por mejorar el lie de 2 golpes, luego de una repetición en donde se ve esta situación. Él hace alusión a que no se dio cuenta del hecho. Nosotros confiamos en la palabra del jugador y, ante eso, consideramos que no tenemos mucho más por agregar. Ahora bien, ¿fue exagerada la sanción? ¿Qué hubiera pasado si la penalidad era aplicada al tee del 17? Mi querido lector, se que éstas preguntas se discutirán por un largo tiempo. Algunos, nos llegaron a decir que, si a Patrick Reed le hubiera pasado esto, los comentarios serían distintos. Nunca lo sabremos. Pero no queda ninguna duda que éste fue uno de los bogeys (contando la penalidad) que más se recordarán en la historia de Muirfield Village.
Si bien soy argentino (y siempre quiero que les vaya bien a la gente de nuestra región), debo confesar que, a su vez, lo que hizo Severiano Ballesteros, y el legado que dejó al golf español, me genera muchísima admiración. Su historia, representada en su película (si no la vio, recomiendo enfáticamente que lo haga), marca las características del español, reproducida en el resto del golf latino: pasión y dedicación por este deporte. Nunca entregarse, sin dejar de ser uno mismo. Es muy difícil no sentirse identificado al ver esto. Es verdad que Jon Rahm tiene muchas cosas por mejorar. Es muy chico todavía, en relación con todo lo que ha logrado. Ahora bien, cuando las cosas se hacen, como lo destacamos en nuestra leyenda europea, es muy probable que los éxitos de gran magnitud lleguen, como le está pasando a Jon. Y lo tiene bien merecido. Su sueño empezó a hacerse realidad hoy. Es cuestión de revalidarlo. La relación arranca hoy. Y espero que dure mucho tiempo. Jon Rahm es ESE TORO ENAMORADO DE LA GLORIA.
Señores, el golf volvió. Eso es lo que importa.

Matías Miguel Torge
Handicap 54