AGUSTINA ZEBALLOS : LA CHICA SUPERPODEROSA

Charla especial con el futuro del golf femenino de nuestro país. Orígenes, presente y lo que vendrá del comienzo de una trayectoria con bases sólidas.

Nunca subestimemos una buena sonrisa y pensemos que no significa nada. Todos suponemos que el tener autoridad sobre algo es imponiendo un estilo. Y no es así. Miren, creo que este es el mejor ejemplo para explicar esta idea. O quizás, mejor dicho, el ejemplo que más me sirvió para entender esto.

Seguramente, conocen el juego de cartas del truco. Ese juego típico que consiste en, mediante equipos o individualmente, ganar una «guerra» al mejor de tres movimientos (con igual cantidad de cartas). Ese juego en donde la estrategia, mediante el engaño o la perspicacia, adquiere un factor preponderante para triunfar. Bueno, esta «competencia» es muy tradicional en las reuniones familiares o de amigos, como las que teníamos antes del comienzo de esta pandemia.

Dentro del contexto de este juego (obviamente), escuché la siguiente frase, «Si gritás mucho, es porque no tenés nada. Y si no gritás nada, es porque tenés mucho» (piensen que estas palabras se dijeron en relación a la calidad de cartas del contrincante). Una frase que me quedó muy grabada porque, si la pasamos a la vida real, coincide perfecto con lo que necesita alguien para generar respeto. Tampoco hay que ir al otro extremo: nunca están de más «unos buenos gritos». Pero en el momento justo y cuando la circunstancia lo amerite. El respeto y la credibilidad se impone desde los valores éticos, la voluntad de trabajo, las ganas de aprender (reconociendo las limitaciones y lo que se debe mejorar), los buenos modales y, por sobre todas las cosas, el «mirar hacia adelante», con una actitud proactiva y sin tratar de pisar al otro. Todo lo contrario, teniendo el compromiso de querer avanzar en este camino, aprendiendo de lo hecho y siguiendo un futuro con convicción y de una manera (puede haber miles) que respete lo descripto. Condiciones sine qua non que vemos en nuestra protagonista de la fecha.

Tengo el honor de presentar a esta figura de nuestro golf femenino que, si bien nació en Capital Federal, durante un tiempo fue coterránea mía, con el orgullo que me genera ser platense y sin desmerecer a nadie. Agustina Zeballos nació el 26 de mayo de 2001, con una dulzura y una sencillez admirable, como marcas características de su persona. A pesar de que está entrando a la última parte de la adolescencia, nunca dejó esa capacidad aventurera de niña. Y ojo, eso no implica que no tenga en claro sus objetivos y la manera en llegar a ellos. Estas dos últimas cosas nombradas las deberíamos poner en práctica en todos los ámbitos de la vida. Muchas veces, por no querer salirse de estructuras muy rígidas (y tener miedo al error), nos privamos de muchas oportunidades que nos permiten crecer. Y Agustina tiene la capacidad para ver esto. Sin olvidarse de sus orígenes, busca avanzar. No es conformista ni tampoco se deja estar. Orden y progreso no son, solamente, las palabras que existen como lema en la bandera de Brasil. Son sus claves para ilusionarse de cara a lo que viene.

Para esta charla permítanme, humildemente, recomendar algo especial. Esta vez, no les adelantaré nada de lo que hablamos. ¿Por qué? Me parece que la mejor manera de conocer y valorar lo que hace esta chica, por nuestro país y la región, es cerrar los ojos, ponernos en su lugar e imaginarse qué hubiera respondido usted, mi querido lector, si estuviera en la misma situación que ella. Si quiere, escríbalo en un papel. Sé que le planteo un desafío particular. Pero le puedo asegurar que vale la pena. Al final de la entrevista, le prometo que le explico el por qué de esta propuesta.

Agustina, como viste, todas mis entrevistadas me han hablado muy bien de vos. Como has visto, te han definido como una jugadora “completa” y con una “mente fría”. Éstas son virtudes clave a la hora de definir torneos. ¿Coincidís con esto? De ser así, ¿cómo se trabajan estas variables en la cancha? ¿O es algo propio de cada uno?

– Me causa gracia. Nunca me hubiese descripto como una jugadora de mente fría, pero creo que es verdad. Sé que, desde muy chica, adopté una paciencia que pasa por tener esta «mente fría». Todo esto creo que se basa en mi idea de que, en el golf, no sirve ser tan determinante en la reacción a un golpe, ya sea bueno o malo. Una vez hecho un tiro, no hay nada que uno pueda cambiar.

Sin dudas, es algo muy importante al momento de definir un torneo, donde uno puede terminar muy contento o frustrado. La mejor forma de “forjar una mente fría” es pasar muchas veces por el mismo momento de nerviosismo. De hecho, cuando empecé a tener constantes chances de ganar torneos del ranking de aficionadas, mi mayor problema pasaba por definir los torneos. Una de esas veces fue en Villa Allende, en el Abierto del Centro. Venía con más de 5 golpes de ventaja al hoyo 10 y terminé segunda por uno. Por ahí, alguien nace con nervios de acero. Pero, en mi caso, tuve que sufrir para conseguir algo parecido a eso.

También, con la experiencia, supe entender que la competencia es contra la cancha, sin pensar en el resultado que llevan las demás jugadoras.

En esta foto vemos a Agustina Zeballos, junto a María Olivero (actual capitana del equipo femenino de Copa Andes) y Mike Leeson (director ejecutivo de la AAG), celebrando su trofeo obtenido por ganar el Campeonato Nacional por Golpes 2019.

– En el medio de todo este parate, terminaste en primer lugar del Ránking de Aficionadas argentinas. Obviamente, entraremos con mucho detalle a tus logros. Ahora bien, recién en mayo de 2019 regresaste, luego de tu ausencia en la competencia por 2 años, ¿verdad? ¿Te imaginabas este regreso? ¿Cómo se hace para volver con “mayor hambre de gloria”, luego de tanto tiempo?

– Esos 2 años (y le agregaría el 2016 también) fueron muy difíciles. Entre mediados de 2016 y mediados de 2017, jugué casi sin disfrutar el deporte. Me lesioné estando en Japón y creo que no supe asumir que tenía que parar de jugar. Obviamente, un hecho particular (en el 2017) me dio, finalmente, la certeza de que no podía seguir jugando con una lesión. Y ahí paré de competir.

De ahí en adelante, fue una lucha para que se me fuera el dolor. Mi papá me llevó a varios médicos, hice varios tratamientos que nos recomendaron y hasta un bloqueo de nervios. Y nada funcionó.

Al margen, fue bastante complicado (emocionalmente) por no poder saber si me iba a recuperar o no, la culpa de haber seguido jugando con dolor y no haber podido cumplir con los objetivos que tenía. Con 15-16 años, me fue muy duro llevar adelante la situación: de estar en uno de mis mejores momentos, a todo eso. No era algo que podía asimilar fácilmente.

Después de ver que ningún tratamiento funcionaba, empecé a ir al gimnasio y ahí tuvo lugar mi mejora. Ya no me dolía tanto, pero me cansaba rápido. Jugaba 5 o 6 hoyos y volvía a mi casa porque ya no podía seguir. Eso sí, nunca dejé de practicar. Siempre iba a la cancha para ver si ya me había recuperado. El dolor iba y venía. Por ahí, un día me dolía y otro no. O solamente me molestaba.

Los últimos meses de 2018, por suerte, ya no padecía ninguna dolencia y ahí empezó mi lento regreso. Mi papá y yo pensamos que lo mejor iba a ser el empezar jugando torneos de 18 hoyos, de los tours qué hay en Buenos Aires, para agarrar ritmo y dominar un poco los nervios que, después de tanto tiempo, estarían alterados (risas).

Cuando volví a competir en los torneos del ranking, no recuerdo haber tenido ninguna gran expectativa. Después de tanto tiempo, solo tenía ganas de jugar. Y en eso se basó mi vuelta: en las ganas de competir. Desde 2017, el único objetivo que teníamos en mente era que me recuperara para poder volver a jugar, sin tener que pensar si algo me duele o no.

Tenía muchas ganas de volver a mi mejor lugar, donde había dejado todo antes de la lesión. A diferencia de antes, mi motivación es más profunda basada, probablemente, en haber salido de unos años difíciles, de romper una mala racha y de pensar que, en esos años, no hubo mucha gente que me mostrara su apoyo, más que mi familia.

– Tus orígenes, en este deporte, los viviste (por un tiempo considerable) en la ciudad de La Plata, lugar donde se vive mucho el golf. ¿Qué imágenes se te vienen en la cabeza, de esos primeros instantes? ¿Recordás tu primer contacto con este deporte y ese “amor a primera vista”? ¿Qué tan importante fue tu entorno para poder disfrutar de esta pasión?

– No recuerdo mucho de mis comienzos. Con decir que juego como derecha, pero para lo demás soy zurda, digo bastante (risas).

Mi mamá me compró mis primeros palos cuando tenía 2 años, porque mi papá jugaba al golf y era súper fanático. En ese entonces, vivíamos en un departamento.

A los tres años, según me contaron, cuando íbamos a tribunales, mi papá hacía swings con el portafolio y yo lo imitaba. Cuando nos mudamos a un barrio cerrado, él me llevaba (en el canasto del carrito de golf) a la cancha. Tendría 4 años cuando me enseñó a hacer el swing. Y de ahí, las horas que él se tomaba para practicar, me las empezó a dedicar a mí.

Sé, con mucha certeza, que desde bien chiquita me encanta jugar al golf. Recuerdo que le decía a los profesores de la escuelita que le iba a ganar a los extraterrestres. En verdad, y en toda mi vida, la respuesta a la pregunta “¿Qué querés ser cuando seas grande?” fue ser golfista profesional.

Creo que no hubiese sido lo mismo si mi papá no hubiese sido fanático del golf: hubiese sido distinta la forma de transmitirme las cosas. En este caso, no solo me enseñó a jugar al golf, sino que también me transmitió el entusiasmo por el deporte.

– Los éxitos llegaron demasiado pronto. Ya a los 11 años, ganaste un torneo de mayores (en el Club Náutico Hacoaj, de nuestro país) y llegaste a ser Handicap 0. Este éxito lo tienen muy pocas jugadoras en el mundo (Ej: la española Carlota Ciganda, actual N°15 del mundo). ¿Eras consciente de lo que venías logrando? ¿O, al ser muy chica, no tenías real dimensión de tus objetivos cumplidos? A su vez, ¿quién es “tu modelo” a seguir?

– Mi victoria, en el torneo del ranking que se jugó en el Náutico Hacoaj, fue un antes y un después. Me dio a entender que podía competir al nivel de las mejores jugadoras del país y darme chances de ganar. No creo haber sido consciente en ese momento de las cosas que estaba logrando. Me gusta pensar que no hay límites en cuanto a logros, que las cosas que hice son muy buenas. Pero creo que siempre se puede hacer mejor, aunque sea un poquito. Y, en esa ocasión, dentro de la euforia del triunfo, calculo que hubiese estado ansiosa por conseguir una segunda victoria en el Ranking de Aficionadas. En resumen, diría que fue un resorte a la ambición y para mi confianza.

En cuanto a haber llegado a handicap 0 a los 11 años, sé que mi papá me había comentado en su momento que había pocos casos de chicas de mi edad que hubiesen tenido handicap 0. Pero no recuerdo haberle dado importancia. Serían cosas que todavía no entendía muy bien (risas).

No tengo modelo a seguir, pero hay jugadoras a las que les tengo mucha admiración. La admiración, a veces, viene por el conocimiento personal o de sus historias de vida. No solo por sus buenos resultados.

Por ejemplo, cuando era más chica, mi papá me llevó (un par de veces) a ver jugar a Victoria Tanco. Y yo anhelaba poder conseguir todo lo que estaba logrando, era mi ejemplo a seguir. Me encantaba jugar al golf y Victoria era una ídola cercana (y una motivación).

Con el pasar de los años, me di cuenta de que cada uno tiene sus tiempos y hace su propio camino. Hay que conocer mucho a una persona para poder seguir sus mismos pasos, además de contar con un entorno similar en varios aspectos. Dependemos de muchas circunstancias que no podemos controlar. Lo que no significa que no me guste escuchar a los demás y aprender de sus experiencias.

Agustina Zeballos, con su trofeo de vencedora, luego de la gran victoria en el Optimist International Junior Golf Championship de 2015 (categoría de 13 y 14 años).

– Pasaron los años y, en 2015, triunfaste, con absoluta categoría, en el tradicional y prestigioso torneo estadounidense: el “Optimist International Junior Golf Championship” (Categoría 13-14 años). Para quienes no conocen con detalle la magnitud del evento, más de 600 golfistas se hacen presente año tras año. Me gustaría que nos hagas revivir los primeros momentos que se te vienen a la cabeza de esa histórica semana. ¿Cuándo pensaste que lo podías ganar?

– El Optimist fue el primer torneo individual para el que fui designada por la AAG, por lo que ya de por si era una experiencia importante. Además, jugar en el PGA National le agrega una épica mayor a todo.

El primer recuerdo, que se me viene a la cabeza, es el de haber podido compartir esa semana con mi papá. Tuvimos la mala suerte de tener unos años, donde los meses entre junio y agosto, no fueron buenos. Sin embargo, la alegría de que ganase este torneo nos distrajo. O al menos nos hizo sentir, quizás, que las cosas estaban por empezar a ser mejores. Los años siguientes también fueron malos en esos meses. Pero, al menos, tuvimos uno bueno (risas).

Por otro lado, internamente le dediqué el torneo a mi abuelo, que había fallecido hacía poco y me había regalado los palos con los que gané esa semana. Espero que, desde donde sea, él haya podido ver los triunfos que tuve con esos palos. Desde mi punto de vista, es innegable que tienen una conexión con él.

Volviendo un poco más al juego, al día siguiente de terminar el torneo, tuve la oportunidad de jugar la competencia por equipos en la Champion Course (la famosa cancha de «La Trampa del Oso, donde se juega el PGA Tour) y, con eso, cerrar una semana inolvidable.

¿Cuándo pensé que lo podía ganar? Es una pregunta muy oportuna, porque tengo un recuerdo muy marcado antes de viajar a jugar el Optimist. Estando en el putting green, por volver a mi casa, me senté, en un momento, solamente para mentalizarme de que podía ganar porque tenía el juego para hacerlo. En todo caso, sabía que tenía que confiar en que me iba a ir bien.

El australiano Cameron John y la argentina Agustina Zeballos, en la foto para los campeones de los Abiertos Argentinos de Aficionados y Aficionadas 2015.

Seguimos en ese 2015 y vemos tu espectacular victoria en el Campeonato Argentino de Aficionadas (disputado en Tortugas Country Club), derrotando, en el hoyo 18, a otra talentosa promesa de nuestro país: Ela Anacona (entre otras cosas, participante de los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018, disputados en Buenos Aires). La lluvia (que obligó a acortar el torneo) generó un condimento especial al evento. ¿Qué tan difícil es jugar contra ella? La forma en que se dio todo, y la posterior victoria en el Abierto Argentino de Damas (en Hurlingham Golf Club), ¿te permitió sentir que diste un paso gigante en tu carrera? De ser así, ¿por qué?

– Ela juega muy bien. Sin dudas que es difícil jugar contra ella un match. Ese, en particular, fue muy parejo.

El match, de por si, da margen para no perder la confianza en ningún momento, mientras la diferencia no sea muy grande. Ese día, el resultado parcial más holgado fue 2 arriba.

Recuerdo que, al hoyo 17, yo venía 1 arriba. Tirábamos las dos para birdie. Yo jugaba primero. Erré mi putt y después Ela metió el suyo. El match fue un permanente ida y vuelta. Llegar iguales al 18 le agregó un poco de más de emoción a la definición y, además, mantuvo la ilusión de las dos, hasta el último hoyo.

Los dos triunfos, el Campeonato Argentino de Aficionadas y el Abierto de Damas, fueron un gran impulso para seguir en el 2016. Justamente, después de ganarlos, no era tan evidente. Pero estaba en proceso de poder cerrar torneos: lo que tanto me había costado hasta ese momento. En el 2014, ya había dejado pasar mi oportunidad en el Abierto de Damas, quedando segunda por un golpe, con bogey al último hoyo. Por lo que creo que la edición del Abierto de Damas de 2015 fue ciertamente sanador.

En esta foto vemos mezclados al equipo femenino y masculino de Copa Andes 2015, edición disputada en Los Cerros Club de Golf (Ecuador). En las chicas, el equipo estaba conformado por Delfina Acosta (en la primera fila), Agustina Zeballos, Maggie Simmermacher, Manuela Carbajo Ré (en la segunda fila, de izquierda a derecha) y Macarena Aguilera (la primera, de izquierda a derecha, en la última fila).

– Tuviste tu primera participación en la Copa Andes (2015, en Quito. Los Cerros Club de Golf) y, al año siguiente, te llevaste (demostrando lo que sos capaz de hacer) el Campeonato Nacional por Golpes, en el Golf Club Argentino. Ante todo, te voy a hacer una pregunta que hago habitualmente, ¿qué significa jugar Copa Andes? A su vez, teniendo en cuenta tus logros nacionales, ¿cómo manejabas el hecho que todo nuestro país empezara a hacer escuchar, cada vez más, tu nombre?

– Jugar Copa Andes es una experiencia única. Principalmente porque es una competencia puramente en equipo, a diferencia de los sudamericanos pre-juvenil y juvenil. Las dos veces que participé de Copa Andes fueron experiencias que me dejaron muchas enseñanzas, en relación a lo que es jugar matchs. Me encantaría poder ganar alguna vez Copa Andes y espero que la tercera sea la vencida.

En cuanto a que mi nombre se hiciera, de a poco, más conocido, no eran cosas que pensaba mucho. Todavía no es algo que piense. De hecho, recién el año pasado noté que mi nombre empezó a ser un poquito más escuchado, a raíz de jugar más que los torneos de la AAG. Pude jugar con distintas personas, en distintas canchas donde, eventualmente, mi papá les comentaba, a otras personas, algunos de los logros que he tenido como golfista.

A partir de eso, comencé a sentir que mucha gente, que fuimos conociendo con mi papá, me daba (y da) su apoyo. Incluso un par de clubes pusieron sus canchas a mi disposición para cuando tuviese ganas de ir. Y, en el circuito del diario «El Cronista», cada vez que participé de sus torneos, me hicieron una nota que después aparecía allí.

Mi forma de manejar, que mi nombre sea un poquito más escuchado hoy, es siendo agradecida. Aprecio mucho todas las demostraciones de apoyo de las distintas formas que se puede dar. Soy muy sentimental, casi rozando lo cursi. Y cualquier palabra de aliento, para mi, es significativa.

Agustina Zeballos, junto a la leyenda sueca, Ánnika Sörenstam, con el trofeo de campeona del ÁNNIKA Invitational Latin America 2019.

Llego la pausa nombrada anteriormente y me voy a centrar en tu segunda etapa, empezando por tu triunfo en el ÁNNIKA Invitational Latin America del año pasado, evento patrocinado por la fundación de una leyenda del golf femenino, como lo es Ánnika Sörenstam. Esto se dio en el Club de Golf del Uruguay y con la sueca… ¡realizándote una entrevista! El torneo lo ganaste de punta a punta y con una solidez que ya es tu marca registrada. Por lo tanto, podríamos decir que tus nervios fueron mayores en el mano a mano con Ánnika y, a su vez, los días del torneo fueron bastante normales, ¿no? (Risas). Fuera de toda broma, ¿podríamos decir que fue tu victoria más especial? ¿Qué recordás de esos días? ¿Cómo fue el día después de todo esto?

– Me cuesta decir que fue mi victoria más especial. A muchas les puedo encontrar un valor emocional del mismo nivel. El significado que tuvo ganar el ÁNNIKA Invitational Latin America para mí, después de haberme puesto a prueba en algunos torneos del Ranking de Aficionadas, fue que, después de un tiempo sin competir internacionalmente, me demostré a mí misma estar vigente y tener lo necesario para pelear un torneo fuera del país, que a veces trae consigo más nervios de los comunes.

De esos días tengo un recuerdo muy lindo que va más allá de la victoria. Nunca había jugado en el Golf Club del Uruguay. Y la cancha me fascinó. La organización fue excelente y el trato de la gente de allá fue muy cálido: dan muchas ganas de volver otra vez. Además, la pase súper bien con todas las chicas (especialmente las argentinas). Fue una experiencia muy completa.

A mí siempre me resultó increíble ver a Ánnika porque es sumamente agradable y humilde. Además, me parece muy valioso lo que ha hecho con el Annika Invitational Latin America, con su fundación junto con la R&A. Lo que más pude aprender de ella fue por la clínica que dio. Mi timidez no me permitió hacerle ninguna pregunta, por más que tengo alguna que otra duda que me gustaría que me despeje. Quedará para otra vez (risas).

Los días siguientes al regreso estuve contentísima. Al día de hoy, recordar aquel viaje me hace poner muy feliz. De a poco, la pregunta me va torciendo el brazo. Al final, quizás la suma de todo el torneo hace que sea el que más regocijo me de hasta el momento.

En esta foto vemos a nuestra querida Agustina Zeballos, con su trofeo de ganadora del Campeonato Abierto Argentino de Damas 2019, en Highland Park Country Club.

– Fuiste figura del tradicional circuito del diario “El Cronista”, volviste a triunfar en el Abierto Argentino de Damas (en Highland Park Country Club), repetiste victoria en el Abierto Nacional por Golpes (en el nombrado campo de Hurlingham), participaste por segunda vez en la Copa Andes (en el Resort Yacht & Golf Club de Paraguay. El equipo argentino estuvo a muy poquito de coronarse. La competencia quedó en manos de Colombia), y estuviste a punto de ganar una de las finales más largas del Campeonato Argentino de Aficionadas. Otra promesa nacional, Valentina Rossi, te arrebató el triunfo, en el hoyo 37. ¿Se puede decir que, el estar en la pelea constantemente, te dio un plus para ir con más confianza a cualquier evento, sin importar su contexto? ¿O supiste “dar vuelta la página” y tomás cada evento como si fuera el último?

– Por un lado, creo que estar en esa pelea por ganar me da más confianza. Pero en particular cuando bajo el par de la cancha. En realidad, en mi mente, el verdadero asunto lo encuentro contra la cancha: no hay pelea contra nadie más. Lo que más confianza me da es ganarle a la cancha.

Me gusta creer que, a cualquier lado que voy a jugar, tengo la chance de ganar. En teoría, cualquier persona que participa de un evento tiene la oportunidad (risas). Sin embargo, yo creo en que tengo la posibilidad desde el juego.

Podría decir que es un equilibrio entre los dos: la confianza de haber jugado bien y la sensación de no estar confiada (porque cada semana es distinta). A diferencia de los profesionales, por lo menos en Argentina, como aficionada no se tiene la posibilidad de competir varias semanas seguidas. Por lo tanto, la mayor confianza viene de la práctica y de poder aprovechar bien las semanas de torneo.

Esta es la invitación que recibió Agustina Zeballos para disputar el próximo Augusta Women’s Amateur. La carta está firmada por Fred Ridley, actual chairman del club.

– ¿Cuál fue tu primera reacción al recibir la carta de invitación para el Augusta National Women’s Amateur, firmada por Fred Ridley: el “chairman” del histórico club? ¿Empezaste a generarte expectativas de esa semana o tratas de no pensar en el momento, para que la ansiedad no te juegue una mala pasada? ¿Por dónde sentís que pueden pasar las claves?

– Dos semanas antes de que termine el año, tuve una escalada terrible en el ranking mundial amateur, lo que, a mi papá y a mí, nos dio a entender que se abría una puerta para jugar el Augusta National Women’s Amateur. Recuerdo el día que mi papá me contó en qué posición había quedado en el ranking mundial. Yo no lo podía creer. Justo después de decirme, se tenía que ir, con mi mamá, a comprar algo y yo me quedé sola. No sabía qué hacer, estaba hiperactiva. Empecé a saltar de la emoción (risas).

Una semana después, me llegó un email del comité de organización del torneo, porque era una “potencial participante” y, salvo que hubiese un cambio muy grande en el ranking mundial, casi que tenía asegurada la invitación. La mayor emoción fue en esos momentos. Pero recibir la invitación, y tenerla en las manos, terminó de materializarla.

Las expectativas surgieron desde que apareció la posibilidad de formar parte del field. Es imposible no pensar en eso y esta bueno para motivarse. Me veo con chances y sé que, si quiero concretarlas, tengo que prepararme bien.

Creo que la clave pueden ser los nervios. Ahí, las chicas que jugaron la primera edición tendrían la ventaja.

– ¿Viste la edición de 2019, en dónde la mexicana María Fassi estuvo cerca? (fue derrotada por la estadounidense Jennifer Kupcho, n°1 del ranking femenino amateur mundial en ese entonces). Te propongo un juego. ¿Qué momento mágico, de la historia del Masters, te gustaría que te ocurra a vos esa semana?

– Si, por supuesto que vi la última vuelta del ANWA del año pasado. Los últimos 9 hoyos de Jennifer Kupcho fueron el final que me imagino que cualquiera hubiese soñado.

Como cierre de torneo, creo que lo mejor sería terminar con cuatro birdies, como Charles Schwartzel en 2011. No me imagino un mejor final que ese. Sería fantástico poder recrear esos últimos hoyos.

Si no es trampa, en el juego que me propusiste, le agregaría la emoción que tuvo el público cuando Tiger metió el chip, en el par 3 del 16, en la edición de 2005 (mi momento favorito del Masters). Desearía todos los birdies con una ovación así, bien memorable. Incluso mejor: todos los tiros (risas).

– Nuestra querida Silvia Bertolaccini, leyenda del golf femenino argentino (y alguien que conoce a la perfección Augusta National, por sus transmisiones en ESPN), te recomendó enfocarte especialmente en el juego corto. ¿Cuál considerás que es tu realidad en cuanto a esta variable? Para vos, de 0 a 10, ¿en cuánto es importante este aspecto en la definición de la competencia? A su vez, ¿en qué aspecto de tu juego te sentís más fortalecida para afrontar este evento?

– Antes que nada, te agradezco a vos que le hayas preguntado qué consejo me daría.

Lo aprecio muchísimo, entiendo lo importante que fue (y es) Silvia para el golf femenino argentino. Lo tomo con un gesto muy empático y, sin dudas, viniendo de alguien que sabe mucho de golf y conoce tan bien Augusta, lo voy a tomar.

Yo diría que mi fuerte es el juego largo. No creo que el juego corto sea mi debilidad. Pero siempre se puede mejorar y, en ese aspecto, sin dudas debo ser más lo más precisa posible.

Del 0 al 10, la importancia del juego corto (para definir el torneo) diría que puede ser mayor a 6. No estaría segura pero, para ganar el torneo, definiendo en Augusta, al menos hay que tener un aprobado en el juego corto. Jugar bien el approach es esencial para ser un buen jugador. Además, es útil y necesario en cualquier cancha.

– Obviamente, me imagino lo que significa Ángel “El Pato” Cabrera para vos (como para todos nosotros). Campeón del Masters 2009 y alguien que marcó un antes y un después en nuestra historia sobre este deporte. ¿Has tenido contacto con él? De no ser así, ¿te gustaría tener la posibilidad de comunicarte, para aprender un poco más sobre este lugar único y el ambiente especial que se genera allí?

– Creo que, habiendo conseguido 2 majors (y haber estado tan cerca de ganar el tercero), se convirtió en un referente para todos los fanáticos del golf en Argentina. No tengo en mi memoria la victoria en el U.S. Open. Sin embargo, el Masters de 2009 y 2013 son momentos que no voy a olvidar nunca.

En el domingo de aquel Masters de 2013, me acuerdo de que había terminado de jugar un torneo del Metro (circuito junior en aquel momento) y, en el clubhouse estaban todos mirando el final. Cuando «El Pato» fue a play-off, nadie se movía de su lugar por cábala. Aunque alguno se debe haber movido sin darse cuenta y por eso el Pato no ganó (risas). Creo que somos muy afortunados de haber podido ver a Cabrera ganar esos torneos tan importantes y, a su vez, de haber sido contemporáneos a esos triunfos.

No, no tuve contacto con el Pato. Obviamente me gustaría poder hablar con él. Me veo un poco identificada en la forma más agresiva de jugar que tiene. Si se puede tirar driver, me gusta darle al driver. Por eso, creo que, en cuanto a estrategia, me podría ayudar.

Cosas que le preguntaría: si tiene algún secreto para jugar bien los greenes en Augusta y cómo hizo para manejar tan bien los nervios en los últimos hoyos, sabiendo que tenía chances de ganar. Me encantaría saber lo más posible sobre Augusta.  Por la salud del «Pato», espero que no tenga que hablar conmigo: lo atosigaría con mil preguntas (risas).

Agustina Zeballos, siendo protagonista (en la edición 2019) del circuito realizado por el famoso diario argentino «El Cronista».

– Me imagino por dónde pasará tu objetivo, cuando se reanude el golf competitivo. Ahora bien, sé que te ha guiado mucho otro referente de nuestro país: Vicente “El Chino” Fernández. ¿Cómo es el día a día con él? ¿En qué aspectos se están enfocando? Tener al “Chino” de consejero, ¿Qué ventajas pensás que te brinda a tu reciente trayectoria?

– Al Chino lo conocía por haberlo visto las veces que jugué el Pro-Am de La Nación (en San Isidro) y porque mi papá tenía un autógrafo de él. Pero en verdad lo conocí en 2017, después de decidir no competir más hasta recuperarme de la lesión. En lo que más me ha ayudado, hasta ahora, es en aspectos más relacionados a la experiencia. Además, esa vez que lo conocí me dijo, junto a su hijo Gustavo, que tenía que empezar a ir al gimnasio porque tenía un swing muy rápido (a eso le adjudico mi mejora).

Lo admiro mucho al Chino y no podría estar más agradecida con él por los consejos que me ha dado. Siempre está muy bien predispuesto a responder a cualquier duda que tenga. Es una persona de gran corazón.

Tener la posibilidad de escuchar al Chino es única, porque habla desde lo que ha vivido. Nadie te lo va a contar de la misma forma que el protagonista de la historia.

Te agrego que, en cuanto a la práctica, desde los 5 años yo tomo clases con Juan Carlos Cabrera en Ranelagh. Cuando siento que no estoy pegando bien, vamos a verlo. Apenas me ve, sabe que es lo que estoy haciendo mal. Siempre me voy con una sensación mil veces mejor.

A mi parecer, es uno de los mejores (si no es el mejor) profesores de Argentina. Sé, con certezas, que fue un gran jugador y que es una gran persona. Cada vez que le contamos a alguien que es mi profesor, encontramos que muchísimas de esas personas lo conocen, lo recuerdan con cariño y nos dicen que le mandemos saludos. Crecí escuchando anécdotas de él con otros grandes jugadores. Además, es muy divertido. En medio de una clase, «Cabrerita» nos puede contar, a mi papá y a mí, una anécdota con Severiano Ballesteros, con la naturalidad que tiene uno cuando habla de su familia. También hace chistes muy buenos.

En ese sentido, pienso que tengo una gran ventaja. No creo que muchas personas, que no son de esa generación, tomen dimensión de la clase de jugadores que han sido tanto Cabrerita como el Chino. Uno mira a la distancia a muy buenos jugadores de otras épocas maravillado y, sin embargo, a ellos los tenemos acá. Han competido con quienes hoy son considerados leyendas del golf. Y no parecen ser debidamente reconocidos.

– Para finalizar, como en todas las entrevistas, busco que mis invitados nos dejen un consejo para aquellos que se inician en esto, por amor al deporte, o para quienes dan sus primeros pasos como profesional. ¿Cuál sería el tuyo?

– Uno de mis consejos para aquellos que se inician (en general) es no frustrarse rápido porque, además de paciencia, es un deporte que requiere de práctica. Y, si no practicas, no podés ser muy pretencioso (risas). Si las cosas no salen, aunque practiques, también tenés que tener en cuenta que hasta los mejores tienen malos días.

Y por último, algo bien positivo para tener en mente, se puede jugar hasta bien viejito. Por lo que tiempo, para practicar y mejorar, no te va a faltar.

¿Y? ¿Se animó a realizar el desafío planteado? Les puedo asegurar que, en el caso de brindarme una respuesta afirmativa, y salvando datos personales (lógicamente), nunca me hubiera podido responder de la manera que respondió esta chica. La dulzura y la sinceridad con la que se maneja impone respeto. Si, el mismo respeto del que hablábamos al comienzo. No necesita un grito de guerra o un apretón del puño en la cara del rival. Ni tampoco se intimida. La cancha de golf es su oficina, en donde está el portarretrato de su familia y los logros obtenidos enmarcados y colgados. Pero no descansa. Y con las dificultades que tenemos todos. Cuando tiene que hacerse un café, se lo hace. Cuando tiene que quedarse más horas, lo hace. Y, cuando tiene que enfrentar una situación límite, la enfrenta, poniendo la cara y sabiendo los riesgos que corre. Es una profesional con todas las letras. Pero nunca dejó (ni deja) su esencia.

Agustina tiene mucho camino por recorrer todavía. Magnolia Lane estará abriendo sus puertas pronto. Y ella estará allí, en búsqueda de cumplir su sueño. Un sueño que ha redactado claramente y no necesitamos agregar más. De corazón, merece que se le cumpla. Está siguiendo lo que creemos que es el camino correcto. Y a la perfección.

No será ni «Burbuja», ni «Bombón», ni «Bellota». Pero les puedo asegurar que, detrás de esa sonrisa, hay una chica que lo puede todo. Agustina Zeballos es nuestro futuro. Es LA CHICA SUPERPODEROSA.

Matías Miguel Torge

Handicap 54

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