La victoria sorprendente de la N°94 del mundo, como historia principal de un US Women’s Open que nos deja mucho por aprender.
Uno de los exámenes que más me costó en la universidad (para recibirme de Contador Público Nacional) fue Contabilidad V: materia del tercer año de la carrera. Y fue una prueba que no debería haberme costado. Había estudiado durante más de un mes, teniendo en cuenta que la asignatura no era tan extensa. Ahora bien, a la hora de rendir el examen oral, me tocó exponer un tema que lo había considerado irrelevante. Ahí es donde entraron mis nervios en acción. La ansiedad me dominaba y no paré de hablar de todo lo que se me viniera a la cabeza, antes que del tema en sí (cada uno manifiesta sus defectos como les sale. Esa fue mi manera. Mejor dicho, lo sigue siendo). El poder de autodestrucción me estaba pasando por arriba hasta que, como por arte de magia, la profesora vio mi esfuerzo y me aprobó, con la siguiente frase: «Te califico con un 4, para no ahogarte». Es allí donde entendí que no hay que dar nada por hecho y que SIEMPRE hay motivos para mejorar. Así es como llega el éxito. Creo que es el mejor ejemplo que nos llevamos esta semana.
El desorden que causó el COVID-19 hizo que nos encontremos con un US Women’s Open atípico. 2 canchas, pleno invierno y la necesidad de terminar las rondas a tiempo. Ahora bien, fue la oportunidad perfecta para demostrar que el golf femenino no tiene nada que envidiarle al masculino. Y describo esto, a pesar de considerar que la idea descripta es una realidad desde hace tiempo. Sin embargo, lamentablemente percibo que mucha gente no valora la calidad de atletas que tenemos, en el mundo de nuestro deporte. De hecho, el informe que presentó la USGA aporta datos al respecto: el 85% de nosotros está interesado en ver deporte femenino (me incluyo). Cuando vamos a lo referido a la cobertura del mismo, es hecha por un pobre 4%. Estaba todo dicho. El título de la campaña era el indicado: #WomenWorthWatching (mujeres que valen la pena ver).
Lo que propone un evento de la USGA se puede resumir en una palabra: paciencia. Con el correr de la temporada, hemos tenido entrevistas en donde varias protagonistas han explicado lo que propone esta emblemática organización. Una propuesta que fue entendida a la perfección. Las protagonistas han convivido, en estos días, con barro en su pelota (y sin posibilidad de poder usar el «lie mejorado»), frío extremo, suspensiones por lluvia, viento, greenes duros y amplios (esta característica hace referencia, en mayor medida, a la Cypress Course: campo que fue protagonista principal, en los últimos dos días del major) y rough estilo «bermuda» (no es necesario que describa lo traicionero que es este tipo de pasto), entre otras cosas. Han soportado el desafío, con una convicción destacada. Para argumentar lo dicho, comparto algunas historias que nos ha dejado esta semana:

Gaby López marca el ritmo: Hemos hablado hasta el cansancio de ella, en nuestras redes. En cuanto a nivel, quizás no fue su semana ideal. Ahora bien, estuvo muy cercana a ese pico de rendimiento, teniendo en cuenta las adversidades que trae un evento de estas características. El tema es que también, en esta temporada, se ha dejado la vara muy alta. Y eso se dio al admirable compromiso que tiene con su actividad. Un oficio que se vio a la hora de pasar el corte, con 2 birdies en los últimos 4 hoyos.
T-46 y un paso más, de cara a este gran ascenso que viene demostrando. Este ascenso es producto de su trabajo constante. Esta semana estará en el CME Group Tour Championship (que recibe a las mejores del año. Entraremos, en detalle, transcurriendo la semana), luego de una victoria y su primer Top 10 en majors (en el KPMG Women’s PGA Championship). Sin lugar a dudas, es la que muestra el camino a seguir en nuestra región. Ahora bien, no quiero desmerecer lo hecho por el resto de nuestras representantes latinas.

La mexicana María Fassi y la puertorriqueña Marifé Torres no están en el field de casualidad. Ambas han podido demostrar que tienen su lugar ganado, con buenas actuaciones. Ahora bien, no hay que dejar de lado ciertos aspectos. Por el lado de María, hay que tener en cuenta que recién es su 2do US Women’s Open como profesional. Todos sabemos lo que implica adaptarse al máximo nivel. Aún sabemos más lo que implica adaptarse a este tipo de eventos. Por lo tanto, hay que dejar que siga acumulando la experiencia correspondiente. Insisto que, quienes formamos parte de este medio, somos demasiado exigentes con ella. Hay que dejarla crecer y valorarle el hecho de seguir a jugadoras como Stacy Lewis, luego de fallar el corte. Si sigue con estas acciones, tanto con nuestras jugadoras como con las emblemáticas, la voluntad por aprender se transformará en éxito, con el correr del tiempo.

En cuanto a Marifé Torres, ya ha tenido un «Top 15» (T-11) en el ANA Inspiration de este año. A su vez, ya ha tenido un «Top 10» en el circuito (el Marathon LPGA Classic). Agréguenle a esto que, recientemente, tuvo que quedarse afuera de algunas semanas (su caddie tuvo COVID-19) Solamente ha sido una semana fallida. Nuestra querida boricua nos va a seguir dando alegrías. Tiene un juego en donde sabe como envalarse fácilmente. Ah, recuerden que ya lideró el Evian Championship 2018, durante jueves y viernes. Es cuestión de que esa regularidad (en materia de resultados) vaya creciendo.

El futuro es prometedor: Hace mucho tiempo que no veía a 2 amateurs (en majors) peleando por la corona en simultáneo. Debo reconocer que me ha ilusionado lo hecho por la sueca Linn Grant y la estadounidense Kaitlyn Papp. Parecía que el logro de la franesa Catherine Lacoste, en 1967 (siendo campeona aquí), se derrumbaba. La primera ya había peleado en el evento, cuando transcurría la edición de 2018. Un 8, en el par 4 del 10, acabó con sus chances de esta edición. Ahora bien, jugó en el último grupo y, hasta ese momento, demostró un nivel sorprendente. ¿Ánnika se puede quedar tranquila?

Por otro lado, la joven americana Kaitlyn Papp, con una rutina particular de alineación desde el tee (recomiendo verla), también ha estado en el último grupo del sábado, con un juego bajo presión sorprendente. Súmenle a esto el haber embocado su último putt, ganándose la exención para disputar la próxima edicion del US Women’s Open. En nuestra humilde opinión, hay que anotar estos nombres, junto al de la australiana Gabriela Ruffels (T-13). Y sólo estoy nombrando tres de muchos ejemplos. Las jugadoras presentes son admirables. ¿Y las que vienen? Ilusionan.

Moriya y Ariya Jutanugarn. Adaptación al combate: También hemos hablado en demasía de ellas. Ahora bien, volvieron a dar una muestra de lo que son capaces de hacer. En este caso, Moriya fue la protagonista. En el día final, disputó el último grupo, luego de combinar sus buenos momentos alrededor del green y su capacidad para obtener buenas salidas. Una rama, en su tercer tiro del hoyo 9, la ha alejado de la pelea. Terminó T-6. Ahora bien, nunca claudicó. Como su hermana, quien supo crearse las chances el último día.

Ariya ya ha sido campeona de este evento (en 2018). Su potencia calzaba perfecto aquí. A su vez, sabe cuando acelerar. Y cuando parecía que se quedaba sin chances el sábado, salió el día final (lunes) arriesgando quirúrgicamente. Un costoso doble bogey, en el hoyo 5 (luego de errar un putt muy corto), fue la deuda que no pudo cancelar, con el correr de la ronda.
Temibles dentro del campo. Fuera del mismo, tienen una ternura que demuestra la claridad que tienen para competir. No se generan más presiones que las lógicas. Por algo están donde están.

Hinako Shibuno. Sana inconsciencia: Parecía que iba a sorprender de vuelta. En un abrir y cerrar de ojos, tuvo 3 de ventaja, con 36 hoyos por jugar. Mantuvo ventaja al entrar al día domingo (1 solo golpe). Ahora bien, las sensaciones no eran las mismas que en el AIG Women’s Open 2019: su único major. La japonesa necesitaba el cariño de la gente (declarado por ella misma). No pudo aguantar la presión y quedó cuarta. De cualquier manera, ya lleva una victoria (en su primera actuación en este tipo de torneos) y un cuarto lugar, en cinco majors. Nada mal. Dentro de esa sonrisa contagiosa, se esconde una jugadora que, el día que decida competir más seguido en Estados Unidos, puede arrasar.

Amy Olson. Todo corazón: Hace tiempo que se merece ganar su primer torneo. Lo que le pasó en el Evian Championship 2018, fue una crueldad del destino: 3 putts para perder (por un golpe) este major. A su vez, ha liderado el AIG Women’s Open 2020. Tiene un juego que es el ideal para esta competencia. De tee a green, pareciera que no falla. Ahora bien, esta semana demostró otra virtud: su amor propio.
Amy Olson venía con una carga emocional pesada. Su suegro había fallecido el sábado por la noche, de manera inesperada. No es necesario que agregue mucho más: hay que ponerse en los zapatos de ella para salir en el último grupo, teniendo en cuenta lo contado. Fue notable su actuación. Para colmo, había arrancado con 3 bogeys seguidos (entre el hoyo 2 y el 4). El emocionante birdie en el hoyo 18, para quedar a uno, es un «premio» a su titánica lucha por el campeonato. Estoy seguro que ese primer major va a llegar.

Jin Young Ko. Las credenciales están intactas: segundo torneo de la N°1 del mundo, en este 2020 (había decidido competir en su Corea natal, debido a las acciones administrativas que tenía que cumplir por el COVID-19). La calidad demostrada, el fin de semana, fue típica de su posición en el ranking. Necesitaba terminar cuarta para clasificar al último torneo del año. Tuvo una arremetida feroz.
Si no fuera por su bogey del 10, la historia hubiera sido distinta. Sin nada que perder, generó presiones en cada una de sus rivales, con una simple ráfaga de buen golf. No contaba con la inspiración de una compatriota suya. Alguien que vino para quedarse.

A Lim Kim fue la única jugadora del field con barbijo. ¿Las razones? En el caso de contraer el virus, no quiere sentirse culpable de contagiar a nadie en el campo. Logró acostumbrarse al mismo. Ahora bien, tener ese altruismo de arranque, marca la tranquilidad con la que puede competir. Tiene los pies sobre la tierra. Si a esto le sumamos su admiración por la mítica Se Ri Pak (ganadora de 5 majors. Su actuación en el golf fue el puntapié inicial para el surgimiento de muchas talentosas colegas asiáticas) y por la sueca Ánnika Sörenstam, entenderemos con mayor claridad lo que estamos contando. Se educó viendo a dos leyendas de raza. A su vez, pareciera que tomó una página de sus manuales.
5 golpes la separaban de la líder, al comenzar el día lunes (mayor déficit remontado en la historia de un major). A Lim Kim sabía que, si quería soñar en grande, había que hacer ruido. Herramientas tenía. Piensen que fue la única jugadora del campo en haber pasado las 300 yardas, en alguna salida. Ahora bien, de nada sirve la potencia si no se la administra bien. A su vez, lo mejor se guarda para lo último. Principio respetado, a rajatabla, por la coreana.

33 de ida en los primeros 9. Sin embargo, parecía que los bogeys del 10 y del 11 habían acabado con sus ilusiones. Todos pensamos que Amy Olson (en ese momento lideraba) se sacaba de encima una rival en la contienda. Todos menos ella. Aceleró en el momento justo.
El birdie del 16 fue una muestra de carácter. El birdie del 17 fue un aviso que retumbó por todo el Champions Golf Club. Ahora bien, su último birdie (en el hoyo 18) fue un un ejemplo de cómo hay que terminar un major. No dudó ni un segundo en ir por la bandera. Cumplió su cometido, embocó su putt y dejó un score de -3 que iba a ser determinante. La puerta se había cerrado para el resto, con llave y candado.
El US Women’s Open, con las historias que tratamos de contar, fue una muestra más. Si queremos que nuestro deporte crezca, no debemos dejar de lado estas actuaciones dignas de un major. A Lim Kim fue quien se llevó la corona. Sin embargo, como vimos, hay muchas golfistas que demuestran un «hambre de gloria» digno de copiar. No dejan nada librado al azar. Entrenamientos rigurosos, mentalidad «de hierro» bajo presión y actitud para buscar el avance constante.
En esta época de COVID-19, A Lim Kim (junto al resto de las protagonistas) nos dejó una imagen que la podríamos llevar a la actualidad. Las chicas nos han marcado que no tienen nada que envidiarle al golf masculino. Es un error grave si las subestimamos. QUE EL BARBIJO NO TAPE EL TALENTO.

Matías Miguel Torge
Handicap 54