Detalles de la consolidación de un nuevo protagonista del PGA Tour. Análisis de las variables que nos permiten imaginar una presencia duradera.
La Copperhead Course (del Innisbrook Golf Resort) llama a los artistas. Esto lo decimos a pesar de que, en sus inicios en el circuito, los torneos no generaban mucha expectativa. Es más, la sede nombrada había arrancado como casa del Tampa Bay Classic: torneo alterno a la Presidents Cup 2000. Si bien antes auspició como anfitriona del JCPenney Classic (torneo que se disputaba con parejas mixtas. En el mismo participó la gran Silvia Bertolaccini, a quien hemos entrevistado anteriormente. En Tampa Bay, el evento se jugó desde 1990), no tenía la preponderancia con la que transita actualmente. Sin embargo, su final (el famoso «Snake Pit». En español, a este cierre se lo conoce como el «nido de serpientes») es atrapante para los amantes de nuestro deporte. Un final que pareciera no decir mucho, pero que exige al 100%. Los últimos 3 hoyos no te permiten ningún tipo de margen al error. El compromiso mental es notorio.

Con el contexto descripto, es aún más valorable la victoria de Sam Burns. Un Sam Burns que no solo es el chico que jugó mejor que Tiger Woods (con el mismo tee time), en el domingo del «The Honda Classic» 2018. Sam Burns es un joven que ya venía dando varios avisos. Miren, con la victoria del mexicano Carlos Ortiz (en el Houston Open 2020), su actuación quedó eclipsada. Una actuación que estuvo cerca del triunfo. De hecho, participó en el último grupo del evento. Su ronda del domingo (72 golpes) lo dejó séptimo. Ahora bien, el joven talento de Louisiana empezaba a mostrar sus credenciales.
Riviera Country Club (otro campo que no es para cualquiera) casi lo ve ganar, de punta a punta. Si no fuera por la famosa suspensión ocurrida (debido a vientos fuertes), la historia también hubiera sido distinta. Quedó a un solo golpe del playoff ganado por Max Homa. No obstante, empezaba a demostrar que se le animaba a cualquiera. Con estos ejemplos dados, no queda duda de que está incluido en una nueva camada de chicos exitosos. Una camada que viene a imponer respeto.
A Sam Burns le faltaba un examen final. Y el mismo empezaba al iniciar el día domingo. Había 2 rivales a vencer (no consideramos a Max Homa, a pesar de que arrancaba a un golpe. Nunca encontró el rumbo, desde el tee del hoyo 4): Keegan Bradley y su adolescente cabeza. Si empezamos a analizar al primero, no podemos dejar de decir que es un jugador que le encantan estos momentos. ¡Cómo olvidar sus luchas titánicas en la Ryder Cup, acompañado por Phil Mickelson! A su vez, es imposible dejar de lado su victoria en el PGA Championship 2011 (aunque no lo crean, pasaron 10 años de ese momento). El contrincante era de fuste. Es verdad, no ganaba desde el BMW Championship 2018. Ahora, nunca hay que subestimar a personajes de este calibre. Más aún si te dan vuelta una ventaja de 2 golpes, con un rally de 3 birdies en 5 hoyos. El primer tema está planteado.
Cuando vamos a ver al segundo «rival», hacíamos referencia al control de las emociones. También es cierto que este tópico es tan trillado y no siempre está en los primeros planos. De hecho, el error infantil de Bradley, en el hoyo 13, es inexplicable (y gran parte de la explicación de este resultado). Sin embargo, Burns tuvo su putt de compromiso (para par), que le podría haber dado cierto «aire» al ex ganador de majors. La ansiedad era notoria, en ese green. La pudo disimular bastante bien, embocando desde 8 pies. Encima, la ventaja se extendía a 3, luego de su dardo en el hoyo 14. No importó que ambos tropezaran, en el hoyo 15. En la bandera siguiente, Burns daba el golpe de gracia, con otro putt de 17 pies. La buena nota era predecible.
La emoción del ganador, con su familia, es mejor definirla como un desahogo. Faltaba que los resultados empiecen a llegar: la situación más difícil en el golf. Dicho esto, podemos afirmar que el sponsor del torneo cuenta con una sonrisa. Sam Burns se inspiró en él. Lo que hizo fue UNA PINTURITA.

Matías Miguel Torge
Handicap 54