Torrey Pines como sede de una historia digna de un film de Hollywood.
«Vimos un US Open Championship en donde cada uno de los 10 jugadores candidatos podría ganar. Luego, cada uno de ellos se fue autodestruyendo. Es algo desafortunado pero, en majors, estas cosas pasan. Hubo solo dos personas que no se autodestruyeron: Jon Rahm y Louis Oosthuizen»
¡Quién mejor que el Oso Dorado para explicar esto! Es innegable que la emoción fue protagonista principal (nuevamente), en una nueva edición de los majors existentes. Phil Mickelson nos cautivó a todos, en Kiawah Island. Esta semana, el oriundo de Barrika nos dio una lección de coraje.
Seguramente, tendremos alguna película al respecto. Y si no es así, espero que los mejores directores de cine estén leyendo esto. No exageramos. Empecemos por los antecedentes más importantes de Jon, en San Diego:
- Su primera victoria como profesional fue aquí, en 2017. Ese putt para águila, en el hoyo 18 (de 60 pies), quedará en la memoria de todos. Creo que desde allí, empezamos a entender que este chico iba a estar para grandes cosas.
- El año pasado, se comprometió con Kelley Cahill (su esposa).
Por otro lado, quiero ser «honesto intelectualmente» (frase que le he escuchado a un periodista deportivo argentino, especializado en fútbol). No me arriesgué a considerarlo a Rahm como candidato para este Abierto Estadounidense. ¿Por qué razones? La poca práctica para la competencia, producto del aislamiento por el COVID-19.
Nadie duda de su clase. El espectáculo golfístico, brindado en la tercera ronda del Memorial Tournament, fue maravilloso (antes del final que todos sabemos). El tema es que la adversidad a pasar era extremadamente complicada. Solo voy a poner los siguientes dos ejemplos:
- Dustin Johnson, N°1 del mundo saliente, llegó al Houston Open 2021 (jugado a fines del 2020) sin haber tocado un solo palo. Quedó empatado en el segundo lugar, luego de una notable ronda final.
- Xander Schauffele quedó quinto, en el Sentry Tournament of Champions 2021, luego de su parate por contraer este virus. A este caso, hay que sumarle el field reducido del evento, compuesto de 42 jugadores.
Creo que, mediante la explicación descripta, dejamos más que claro el por qué consideramos el caso del español como una «incógnita». Una incógnita que fue develada ayer.

¿De qué 10 golfistas podría estar hablando el legendario Jack Nicklaus?
- El canadiense Mackenzie Hughes colgó su pelota en un árbol, al llegar al hoyo 11.
- Russell Henley (otro de los líderes, al terminar los 54 hoyos) perdió su rumbo, luego de llegar al hoyo 6.
- Matthew Wolff se empezó a caer, luego del hoyo 8: 5 bogeys hasta el 14.
- El inglés Paul Casey se eliminó del torneo, entre el hoyo 11 y el 12.
- Rory McIlroy quedó con pocas chances, luego del doble bogey perteneciente al hoyo 12.
- Brooks Koepka nunca pudo entrar en ritmo, en los últimos nueve hoyos.
- Bryson DeChambeau y Collin Morikawa se borraron de la pelea, luego de sus errores en el hoyo 13.
¿Se dan cuenta el nivel de locura que estábamos viviendo? Hasta Harris English empezó a tener chances de una victoria, teniendo en cuenta el nivel de incertidumbre general que se vivía. Con todo lo que les comento, toman aún más valor los birdies finales de Jon Rahm (en el hoyo 17 y el hoyo 18). La pelota que envió Louis Oosthuizen al área de penalidad (en el hoyo 17), fue una consecuencia de la presión que estableció el español. Más allá de ser el primero de su país en ganar el US Open, nos regaló el cierre más eléctrico que hemos visto en mucho tiempo (exceptuando Tiger y su Masters 2019). Jon Rahm respondió con una entereza típica de la grandeza que tiene.
Hasta Phil Mickelson (mención especial hacia el gesto que tuvo de acercarle una silla a la esposa de Jon Rahm, para disfrutar de los instantes previos a la gloria. Piensen que con todo lo que le importa el US Open, podría no haber estado) se rindió a sus pies. Para terminar este humilde análisis, nos pareció adecuado ubicar al gran Hugo Costa. Aparte de ser un gran amigo de la casa, tiene un rol protagónico como conductor de «Golf Channel Latinoamérica». A su vez, engalana el ambiente europeo de nuestro deporte, con sus columnas en el prestigioso diario español «El Mundo». Además, es (para nuestro humilde criterio) el periodista que más conoce la trayectoria de Jon. Es el mejor final que podríamos obtener para este artículo.
– La verdad que fue una noche muy bonita, muy emotiva. Sobre todo para los que han estado cerca de Jon, en toda su carrera (y sobre todo en los comienzos que, al fin y al cabo, es lo más bonito). Sabíamos que esto, tarde o temprano, iba a pasar: el coronarse como campeón de un major.
Su consagración ha llegado a los 26 años, en su decimoquinto grande. Pero era inevitable. Desde que estamos siguiendo a Jon Rahm (y he tenido la suerte de seguirlo desde que era un niño), pues ya apuntaba maneras: su cabeza, su fortaleza mental, su competitividad… Nunca he visto nada igual. A veces iba al límite. En algunas ocasiones (sobre todo cuando era un niño y no estaba tan maduro mentalmente), esto le jugaba algunas malas pasadas. Jon, de joven, tenía un «exceso de competitividad».

Ahora bien, ha sido capaz de canalizarlo con el tiempo, con la ayuda de su equipo. En especial, con una figura como Joseba del Carmen. Jon decía una frase que Joseba le inculcó (en el link, hemos adjuntado la nota que hemos tenido con él, la semana pasada. Una particularidad más a todo esto). Además, hay que considerar que esta frase me la dijo a nivel amateur, hecho que a mí me impresionó bastante.
Jon me comentaba que cambió su mentalidad. Me decía que «dejó de ser feliz porque jugaba bien al golf, para jugar bien al golf porque es feliz». Pues bueno, el matiz de este pequeño trabalenguas es interesante. Eso es lo que ha logrado: el golf es un complemento más. Es una parte más de su vida, pero no es lo principal en su vida. Y más aún ahora: desde que es padre, pues todo se relativiza aún más.

Con todo esto, me vinieron a la cabeza muchos recuerdos. Para que te des una idea, tuve la suerte de estar en 2016, visitando Oakmont, en su debut en majors (era amateur, en ese US Open). En ese momento, además, recuerdo que le hicimos una nota y que pudimos estar con él (la noche anterior), en una casa que habían alquilado. Estaba con Tim Mickelson (el hermano de Phil), que era su manager. A su vez, nos mostraba la ropa que se pondría al día siguiente y el relato de su ilusión.
También se me vienen esas conversaciones, cuando él todavía se dejaba llevar más. Tuve la oportunidad de hacerle una de las primeras entrevistas que hizo en España, para la televisión. Cuando le pregunté por sus objetivos (el debía tener entre 18 y 19 años. Todavía era amateur), me dijo que quería ganar 19 majors y ser el mejor de la historia. Esas declaraciones, en España, trajeron mucha cola. La gente no lo entendió, le recriminó y lo llamó prepotente. No podían entender como un niño podía decir eso. Ahora bien, en realidad era lo que él pensaba. Y, en realidad, yo creo que es lo que él sigue pensando. Lo que pasa es que no lo verbaliza, evidentemente. Se autoprotege de alguna forma.

Jon tiene ese espíritu competitivo. Todos los grandes campeones de cualquier ámbito deportivo, en la vida, tienen ese instinto de killer: ese instinto competitivo que va más allá y los distingue del resto. Un instinto que Jon lo ha tenido para lo bueno y para lo malo también. Ahora, afortunadamente, yo creo que lo ha canalizado todo en una dirección que es muy buena.
Esta victoria no es una suma de confianza. No la necesita. Ahora bien, esta victoria va a ser el inicio de una carrera que va a dar que hablar. Si hay una cosa que tiene buena es que no ha cambiado absolutamente nada. Siempre ha sido así y así se mantiene, desde que era un niño hasta ahora.
Agradeciéndole al querido Hugo Costa por su participación, no nos queda más nada por decir. Jon Rahm llegó a la cima del mundo, gracias a LA FUERZA DEL PRIMER AMOR.
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Matías Miguel Torge
Handicap 54