La miseria del golf argentino, en su máxima expresión.
«Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor
Ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador
Todo es igual, nada es mejor
Lo mismo un burro que un gran profesor»
Lo que pasó entre ayer y hoy fue la gran radiografía de la lucha de intereses que hay en nuestro deporte (y en el deporte argentino, en general). Todo fue un circo penoso y tristísimo, del cual también somos parte. Y la vida es aquello que sigue, mientras somos parte de una ciudad gótica, arruinada por nuestros egos.
¡Qué fea costumbre nos formamos, al poner a las personas de un lado o del otro del ring, según cómo opinen sobre algo/alguien! El «nosotros te apoyamos» o el «pecho frío» son monedas corrientes, en este ambiente. No nos cansamos de elegir las caras. Y esto va para ambos lados de las sogas. No es casualidad que, en el caso del golf, hoy no sea nuestro el protagonismo. Nos miramos más nuestro ombligo, en vez de ver qué hacemos para aportar al crecimiento del deporte. El «yo» está en la cúspide de la pirámide.

En el ámbito olímpico, Diego Armando Maradona es palabra mayor. Recordemos Beijing 2008, como un ejemplo claro. «Hay que apoyarlos a todos» manifestaba, mientras dividía sus 24 horas en su querido fútbol, el básquet, el tenis y el hockey femenino, entre otras disciplinas. Maradona fue el atleta argentino que más disfrutó el deporte. Aparte de su excelso talento, era (y es) admirable cómo tomaba el desafío de ganarle hasta «a su sombra», representando a su país. Se volvía loco, en el buen sentido. Era su poder principal. Con todas sus imperfecciones, disfrutaba mejorar constantemente, sacándole una sonrisa a nuestra gente. Quería que lo quieran, sin importar lo material. Por algo fue lo que fue. Por algo es lo que es, en materia deportiva.
Dicho esto, a mi no me interesa si Emiliano Grillo no saluda a un fanático o no mira a la gente, cuando está jugando al golf. A mí no me interesa si Abel Gallegos se enoja con aquellos que no podemos estar de acuerdo con ciertas decisiones o manejos de él. A mí me preocupa que no se pueda pensar distinto al extremismo. ¿Cómo va a crecer el golf argentino, si pareciera que nos tenemos que poner de algún lado del ring y, en el caso que no lo hagamos, muchos nos quieren «ubicar»? Es realmente lamentable.
Es peligroso el mensaje de «tenemos que apoyar». Yo cuando quiero «apoyar» a un amigo, no le digo todo que sí. Si veo algo malo, tengo la obligación moral de decirlo. Después, la otra persona es libre de tomar sus propias decisiones. Sin embargo, perdón la vulgaridad (como decía el legendario Fontanarrosa, hay algunas malas palabras que tienen una intensidad y fuerza propias): es grave cuando uno «se hace el boludo», ante situaciones que uno no consideran que están bien. Y esto lo digo tanto para la negligencia como para el interés propio.
Si Emiliano Grillo tomó una decisión personal, no soy quien para discutirlo y para decirle «pecho frío», de manera agresiva, como esbozan muchos «reyes de las redes sociales». Eso no me cataloga como «fan de Grillo», aunque siempre quiero que le vaya bien. Es el máximo representante del golf argentino y, en la actualidad, tenemos a nuestra bandera en los primeros planos de este querido deporte… por él. No obstante, teniendo en cuenta la importancia emocional del evento en cuestión (por la difusión del deporte y por la importancia de que nuestro país sea reconocido por esta especialidad), me parece una irresponsabilidad total informar su decisión de no ir a Tokio, mediante un frío comunicado. Y esto es solo la punta del iceberg.
Grillo, en este caso, debería entender que representa a todos aquellos pequeños atletas que quieren que los reconozcan por esta actividad. No hay que dejar de lado las formas. Hay que «ser y parecer». Por lo tanto, aparte de lo mencionado, también me parece irresponsable la fría reacción de la Asociación Argentina de Golf, quien debería tomar cartas en el asunto, teniendo en cuenta la mala señal que deja el manejo de esta situación. Y esto tampoco me hace un «odiador de Grillo». Ah: también me parece irresponsable la absoluta desidia que tuvimos la mayoría de los comunicadores de nuestra región (después, muchos nos quejamos de que al golf le falta difusión. El dejar pasar esta situación, retroalimenta esas molestias. Insisto: no hay que elegir las caras cuando nos convenga). Se buscó «echarle la culpa» a las restricciones del juego olímpico y fijarnos en que esta decisión fue tomada por otras personas (a los 10 que nombramos ayer, nos olvidamos de mencionar 6 más: Danny Lee, Stephan Jaeger, Victor Perez, Matthew Fitzpatrick, y Danny Lee. A todos les corresponde la misma crítica). «Mal de muchos, consuelo de tontos». Mientras tanto, el cupo argentino (en nuestro deporte) se tiró por la borda. Y nadie dijo nada.

Entre todo este berenjenal (que hemos formado por nuestras miserias), Maggie Simmermacher va a realizar todo lo que esté a su alcance, en República Checa, para mantener el último lugar que le garantice ese pasaje bendito a Tokio. La situación mencionada pasará porque pincha en nuestro deporte. Y así es como el golf argentino sigue inmerso en este CAMBALACHE.

Matías Miguel Torge
Handicap 54