Sam Burns, confirmando su lugar de privilegio mundial, con hechos tan simples como determinantes.
El famoso «Snake Pit» (o nido de serpientes) forma parte del campo Copperhead, perteneciente al Innisbrook Golf Resort. Un campo que pareciera que es manso, a simple vista. No obstante, el mismo no permite ningún margen para el error. Parece una frase obvia y vacía de contenido. Se equivoca, mi querido lector, si lo piensa así. De hecho, Davis Riley es el fiel ejemplo de lo sucedido.
Piensen que Davis Riley ha tenido una gran temporada pasada, en el Korn Ferry Tour. Estuvo a punto de transitar la misma vía que Mito Pereira (el chileno fue el mejor latino, junto al venezolano Jhonattan Vegas. Ambos habían terminado T-27), para llegar al PGA Tour. Tuvo que aguantar un poco más, pero era una cuestión de tiempo. Y lo demostró, liderando el Valspar Championship con una clase bárbara, al llegar al día final. El tema fue que el americano mostró sus debilidades, en un momento que parecía inocuo.
Par 5 del hoyo 6 y la pesadilla comenzaba, en ese día domingo. El ex alumno de la Universidad de Alabama cruzó su tiro inicial hacia el lado izquierdo, al arrancar su salida allí. Desde ese momento, una pesadilla. Otro descontrolado tiro hacia la izquierda, dropeo para salir de las estructuras de un tee aledaño, impacto de pelota pesado (logrando avanzar solo 50 yardas), declaración de pelota injugable (pegada a un árbol, sin posibilidad de ni siquiera hacer un swing de zurdo), 8 golpes y un triple bogey que definitivamente jugó en su destino. De hacer 62 golpes (el día sábado), igualando el récord de los 54 hoyos y robándole el liderazgo al sorprendente Matthew NeSmith, a terminar con 72 impactos. Por suerte, el hoyo 17 le otorgó una chance más. Una chance generada por él mismo, con un estilo de juego agresivo. Sin embargo, el daño ya estaba hecho.
Por otro lado, en el anteúltimo grupo, teníamos a un Sam Burns y un Justin Thomas que iban sorteando el camino, sin sobresaltos. Y mientras Thomas no podía avanzar como quería (el hecho que no tengan severos contratiempos no quiere decir que los birdies se necesitaban), Burns pareciera haber elegido las situaciones para generar golpes psicológicos. Y uso este término porque ambos (en relación a él y Riley) fueron N°1 y N°2, a nivel junior. Han vivido estas disputas anteriormente.
Ahora, volviendo a esta semana, mientras Riley amagaba con una remontada, Burns hacía 2 birdies consecutivos, en el 11 y el 12. La diferencia era de 2 golpes, hasta llegar al tee del hoyo 17. Allí, el actual N°10 del mundo salvó un bogey espectacular. Hasta en eso llegó mejor preparado a un playoff que quedó fuera de contexto.
Ambos pasaron el hoyo 18 (primer capítulo del desempate) sin problemas. Ahora, al llegar al hoyo 16 (segunda instancia del playoff), Burns embocó un putt descomunal de 33 pies. Así se transformó en el segundo jugador en defender el título, desde que el inglés Paul Casey lo hizo en las ediciones de 2018 y 2019. Y lo hizo dentro del nombrado «nido de las serpientes», atacando como una de ellas.
No nos extendimos mucho más porque se viene un torneo tan particular y atrapante, como el WGC-Dell Match Play (y debido al formato del torneo, seguramente pensaremos en una cobertura particular). De hecho, dejaremos el link con los grupos conformados. Y allí no estará Sam Burns, quien decidió asumir un merecido descanso. Tampoco estará Davis Riley, quien asumió la lección. LOS REPTILES SON CERTEROS. Y no avisan cuando atacan, si sienten que su objetivo está en peligro de cumplirse.

Matías Miguel Torge
Handicap 54
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