MATTHEW FITZPATRICK Y SUS CUATRO DÍAS DE JUNIO

Boston como sede de situaciones que traspasan lo simple. Un US Open que no se olvidará fácilmente.

«No nos ganen esta noche». Lo sabía Kevin Millar. Parecía una expresión de deseo. Y se transformó en una realidad, cuando el gran Mariano Rivera (apodado «Apaga y Vámonos», según el legendario Ernesto Jerez: periodista dominicano, de la cadena ESPN) no pudo hacer lo que parecía una costumbre. Los Yankees flaquearon, Dave Roberts tomó esa base, el dominicano David Ortiz («El Big Papi») daba la estocada final y el Fenway Park se iba a dormir con alivio. Es que había un guiño del destino, que estaba esperando a los Medias Rojas de Boston.

Nada fue fácil para esos Red Sox. Sangre, sudor y lágrimas, de manera literal. El sudor se necesitó en el quinto juego (otra vez David Ortiz, con un hit en la 14ta entrada), la sangre se necesitó en el sexto juego (la famosa media de Curt Schilling, haciéndole honor al nombre del equipo) y las lágrimas llegaron luego de la proeza de la séptima contienda, en donde se terminaba de concretar la hazaña: ningún equipo de la MLB había logrado remontar una serie al mejor de 7 partidos, perdiendo los 3 primeros. ¿Y cuál fue la clave para que esto sucediera? LA DISCIPLINA.

A Matthew Fitzpatrick nunca se lo miró con confianza, a pesar de que los resultados lo llevaban a las posiciones de vanguardia. Nadie dudaba de su talento. Tampoco de sus condiciones. El tema es que no es el prototipo de jugador que cautive a la moda de hoy en día, refiriéndonos a los pegadores largos y capaces de situaciones extravagantes/cercanas a historias de superhéroes. Con su apariencia similar a un niño y su trabajo para tener una potencia que no se desentone con la media, parecía que el joven inglés no tenía grandes armas para cautivar al público. Ahora, justamente las apariencias engañan.

Más allá de que sus rasgos fisonómicos no hayan cambiado mucho (en relación a su victoria en el US Amateur 2013, en este mismo lugar), estábamos ante la presencia de un golfista mentalmente maduro, que eligió acompañarse de un caddie experimentado (como el gran Billy Foster), eligió seguir concentrado en su gran pegada y en su juego sobre el green. En pocas palabras: eligió concentrarse en un método. Nunca se salió de su libreto. Si no me creen que esto pudiera ser posible, hay que revisar el tweet de Daniel Rapaport, prestigioso periodista de Golf Digest, que confesó que Fitzpatrick prestó su casa a sus amigos, para una despedida de soltero en la que no participó abiertamente… ¡pensando en el PGA Championship, en la semana siguiente a ese momento! Estaba y está en todos los detalles.

Lo primero que se necesita para ganar un US Open es la paciencia. Tal es así que hasta la USGA juega una competencia personal, para que nunca se le vaya el campo de las manos: algo que lograron a la perfección, con un Mike Whan que actuó como un bombero (y no lo decimos solo por esto. La transmisión fue muy criticada y, a pedido del público, logró que la última hora del torneo sea sin cortes publicitarios). Todo había que trabajarlo. Y más aún, viendo a un Scottie Scheffler que arrancaba con 4 birdies, en los primeros 6 hoyos. Es que, cuando el N°1 tiene un comienzo como los que nos tiene acostumbrados, es imposible que los cables no se crucen. Encima, se había salvado en el hoyo 8, luego de un tercer tiro defectuoso. Más allá de que su ventaja no era determinante, su presencia generaba cierta intimidación. Había que mantener la cabeza en frío.

Más allá de esta intensidad, Fitzpatrick nunca perdió la compostura. Sus birdies del hoyo 3 y del 5 calmaron las aguas. El tema es que tuvo un error, en el 6, que lo hacía perder un pequeño terreno. Para colmo, emergía un Will Zalatoris que parecía perdido, al tener un pésimo comienzo. En ese mismo hoyo 6, empezaba una remontada de 3 birdies, en los siguientes 4 capítulos (para destacar, el que hizo en el 9). Para colmo, su putter estaba intratable, en un estado nunca visto para el joven americano.

Tal es así que llegó a liderar por 2 impactos, luego de 2 bogeys consecutivos de Scheffler y el mencionado Fitzpatrick, en los hoyos 10 y 11. Tenía todo bajo control. Bueno, eso parecía: este evento tiene la especialidad de no dar ningún tipo de respiro.

Todo cambió en el hoyo 13. Un bombazo de 50 pies le permitía a Fitzpatrick volver a comandar las acciones, en compañía de Zalatoris. Scheffler dejaba pasar chances (la más clara, en el 14) y todo parecía circunscribirse entre el europeo y el actual N°12 del mundo, generando una lucha de constantes buenos swings. Ahora bien, la diferencia estuvo en la cantidad de greens acertados por el inglés, con un total de 17 (sobre 18 existentes).

Y mencionamos esto porque logró encontrar un camino para llegar a la bandera del hoyo 15. Tal es así que, en ese momento, consiguió el birdie y la ventaja pasó a ser de él, consiguiendo 2 impactos de diferencia. Era cuestión de aguantar al final.

Zalatoris hacía lo suyo, en el hoyo 16. Scheffler hacía lo suyo, en el hoyo 17. El sufrimiento vino incluido para un Fitzpatrick que resistía como podía. Por si faltaba algo más, su salida había terminado en el bunker del fairway del hoyo 18.

Ahora bien, el integrante del equipo europeo de la Ryder Cup 2021 sacó un segundo tiro fantástico, con mucho coraje, obligando a que el oriundo de San Francisco termine su último capítulo, en 3 golpes. Esto no ocurriría, completándose otro domingo histórico.

El nombrado Billy Foster caía en lágrimas, consiguiendo su primer major, como mencionamos anteriormente. Estuvo con grandes leyendas (Ballesteros, Westwood, García, Bjorn, Clarke y el mismo Woods, entre otros), en los momentos menos oportunos. Es que los resultados, en gran cantidad de ocasiones, son crueles. Sin embargo, Matthew Fitzpatrick fue el compañero ideal. Un Matthew Fitzpatrick que tenía un guiño del destino, haciendo alusión a ese US Amateur de hace 9 años atrás. Y para que se den una idea de la importancia de su logro, Jack Nicklaus y él son los únicos golfistas que lograron el Abierto de Estados Unidos, a nivel aficionado y a nivel profesional… ¡en la misma sede!

Fueron 4 jornadas inolvidables. También fueron 4 jornadas en Boston. Y también se produjo una historia que tuvo al pragmatismo predominando por sobre la adversidad. El primer hecho memorable se dio en octubre. En este caso, los que pasarán al libro de nuestro deporte son LOS CUATRO DÍAS DE JUNIO más importantes de la carrera de Matthew Fitzpatrick.

Matías Miguel Torge

Handicap 54

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