Detalles minuciosos de su quinta victoria en el PGA Tour. Pureza, sencillez y confianza en sus virtudes: tres posibles claves de este nuevo éxito.
Las demoras indebidas quedaron atrás. Se reinventó. Mejor dicho, mostró su esencia. Un swing compacto, acompañado de su destacado carisma y de su afición a los momentos familiares. No es del grupo de los bombarderos. No lo necesita. Consciente de sus limitaciones, da el máximo en cada pelota. Sabe que su factor diferenciador es el putt. Y lo hace notar, dejando su «huella característica» imitada hasta por el mismo Tiger Woods. Es imposible no quererlo. Siempre lo ves con una sonrisa. Ahora bien, esta quinta victoria (en el PGA Tour) también llegó por algunas variables. Entre ellas, podríamos mencionar tres:

1- A Brendan Steele lo persiguen «los fantasmas de la isla»: Les confieso algo. A la altura del hoyo 10, pensé que esto estaba terminado. Error de principiante.
Al pasar los primeros 9 hoyos, el californiano llevaba 3 de ventaja. Si bien la diferencia no era abundante, la contundencia de su juego era notoria. Parecía un monólogo. Piensen que, luego de tener su ronda más baja en el PGA Tour (61 golpes hizo el día sábado), llevaba 35 hoyos seguidos sin ningún bogey. Ahora bien, este deporte se caracteriza por complicarte en el momento menos indicado. Y Steele no iba a disfrutar de ninguna excepción al respecto.
Su drive (en ese hoyo 10) estuvo a punto de llegar al green. La pelota había quedado en el rough, pasando (por milímetros) el último bunker a cruzar. Su segundo golpe, desde 59 yardas, había quedado corto. 3 putts y las grietas, en su juego, volvían a aparecer. Digo «volvían» porque, en el 2020, esta experiencia ya la vivió.

Cuando tenía todo para terminar con un birdie, y ganar por un golpe, tuvo que esperar más de media hora (Ryan Palmer estaba peleando el torneo y había perdido su pelota. Iba en el grupo que jugaba por delante de Brendan Steele) para ejecutar su segundo tiro, desde el fairway del hoyo 18. «Se contaminó» de lo ocurrido. Era inevitable. Un insulso par. De tener todo para ganar el torneo, a terminar en un playoff. El australiano Cameron Smith, viendo esta situación, aprovechó la oportunidad y le arrebató la corona. La cicatriz quedó latente.
Volviendo al 2021, podríamos decir que el bogey del hoyo 14 fue crucial para sus aspiraciones. No creo que Hawaii sea el próximo lugar de vacaciones para Brendan Steele. Le debe mucho el lugar.

2- Chris Kirk tenía otros deseos en mente: Todo jugador del PGA Tour sale a ganar. Creo que es la frase más obvia que pudimos haber dicho en este blog. Ahora bien, hay que tener en cuenta que era su último torneo bajo el status de «Medical Extension» (recordemos que estuvo retirado temporalmente, por su adicción al alcoholismo y una profunda depresión). En el mismo, necesitaba (para mantener la tarjeta de esta temporada), como mínimo, terminar tercero empatado con otro jugador. 3 birdies seguidos, del hoyo 12 al 14, lo ilusionaban con volver a la victoria (en el PGA Tour) desde mayo de 2015. No quiso arriesgar de más, en el hoyo 18. Había otras prioridades.

3- Joaquín Niemann se quedó sin hoyos: Más allá de sus nervios iniciales, podríamos decir que esta fue la única razón por la cual el chileno no se llevó el triunfo. Más allá de lo que implica arrancar el año con dos segundos puestos consecutivos, hubo algo que me encandiló: su chip embocado, en el hoyo 17.
Muchas veces no se necesitan amplios desarrollos para explicar la grandeza de un golfista. Por eso es que hice hincapié en un momento en particular. Niemann se dio una chance, cuando todos lo teníamos afuera del torneo. Y eso, en los 20 años que llevo mirando golf, se lo he visto hacer a muy pocas personas. No les doy nombres de las mismas para evitar comparaciones. Ahora bien, les puedo asegurar que las personas que pienso (y que a ud, mi querido lector, también se le pasarán por la cabeza) han ganado majors. El joven chileno está reafirmando por qué tuvo una brillante carrera amateur. Una vez me han dicho que los talentosos se diferencian, del resto de los mortales, por el siguiente motivo: la capacidad y el tiempo usado para solucionar problemas. Joaco Niemann está mostrando (de a poquito) que pertenece a este grupo de golfistas. Y ojo que no brilló en gran parte del día. Simplemente, apareció en los momentos importantes. Eso vale oro, en nuestro deporte.

A todo esto, Kevin Na hizo lo que correspondía, en su posición. También había hecho 61 golpes, el día sábado. Ahora bien, arrancaba a 2 de la punta. Para colmo, trabajó su primer par, en el hoyo 1, desde el camino de los carritos. No tuvo un día fácil. Ahora bien, no podemos descartar la palabra «paciencia» de su diccionario. ¿Hay argumentos para esto? Esperó 369 veces para su primera victoria.

El bogey del hoyo 12 parecía sacarlo de cualquier tipo de contienda. Sin embargo, reaccionó en el momento justo. A la regularidad ofrecida en el día, súmenle tres birdies al hilo (entre el hoyo 13 y el 15) para agarrar el liderazgo y no soltarlo más. ¿Y cómo llegó a conseguir esto? Embocó cuando tenía que embocar. Confió en su virtud principal. Así de simple. Y miren que Chris Kirk lo había llegado a igualar. Sin embargo, a Na le quedaba el par 5 del hoyo 18. Además, en ningún momento se manifestaron síntomas de presión. Sus cuatro tiros finales fueron de rutina. La quinta victoria (en el circuito) estaba consumada.
No hubo espectacularidad. No la necesitó. Esa «marca de agua», luego de ejecutar un putt que va dentro del hoyo, podría calzar perfecto con esta victoria y con su carrera. Lo apasionante (y misterioso) de este deporte es el hecho de tener millones de caminos para un mismo objetivo: la gloria. Podríamos decir que Kevin Na está cada vez más cerca de la misma. Su trayectoria está hecha PASITO A PASITO.

Matías Miguel Torge
Handicap 54