Cuando la irregularidad predominante premia a los que toman el camino correcto, en ínfimos segundos.
Se terminó el THE Players Championship más largo del mundo. Y el campeón tiene un estilo que coincide con lo que pasó en esta edición.
Para disputar 36 hoyos, se arrancó un jueves y se terminó… un sábado. Y ahí entra la primera polémica en acción. La nueva fecha del torneo, en marzo, corría el riesgo de ser afectada por las condiciones climáticas. Un riesgo que se manifestó en demasía, al llegar a esta semana. Un riesgo, desde nuestra humilde opinión, anormal y preocupante. No hay campo que resista la semejante cantidad de agua que ha caído, en los primeros dos días. Y, nobleza obliga, el PGA Tour resolvió de la mejor manera posible, teniendo en cuenta lo que predominaba en el ambiente.
También han habido aportes particulares a la causa, como la corrida de Ian Poulter para terminar (tanto él como sus compañeros de grupo) el día jueves. El tema es que un grupo de golfistas quedaron con casi 2 días de descanso.
Los problemas seguían apareciendo, con la variable de la suerte en un primer plano. Y cuando este aspecto del juego toma relevancia, las cosas se empiezan a desnaturalizar. De hecho, las condiciones del día sábado hicieron que solo un jugador (de los que disputaron ese período de la competencia) quede entre los primeros 20, al terminar la segunda ronda (el estadounidense Doug Ghim). Luego de una tormenta descomunal, el frío y el insoportable viento transformaban al TPC Sawgrass en una carnicería. El THE Players Championship pasó a ser un test digno de un Open Championship, con una leve diferencia: la falta de opciones para combatir los incipientes remolinos. Una falta de opciones que quedaba reflejada en el mítico hoyo 17. Es que la voluntad de las ráfagas determinaba quién aterrizaba en ese «green isla», rodeado de agua. De hecho, surgieron bastantes críticas relacionadas al icónico lugar del evento, argumentando la necesidad de encontrar una «zona de escape». No obstante, quedaban una gran cantidad de hoyos por disputar, con la necesidad imperiosa de terminar el día lunes. Es que, para que se den una idea, el THE Players es el único torneo de la gira (fuera de los majors) que puede tener la chance de concluir un martes. El tema es que, para esa jornada, se esperaban tormentas similares a las del jueves y del viernes. No había tiempo que perder.
Con todas estas adversidades, emergía un Anirban Lahiri que no estaba en los radares de nadie. Y no aparecía por su realidad. 3 cortes fallados y un T-74 indiferente. Tal es así que solamente le preocupaba una cosa, en esta semana: mejorar sus golpes de aproximación al green. Cambió el peso de sus hierros (recurrió a un juego prestado por el norirlandés Greame McDowell. El modelo de los mismos data del año 2014 y no se producen más) y fue para adelante. Todo comenzaba a cambiar.
Lideró durante gran parte del torneo. Más allá del doble bogey del hoyo 8 (en la ronda final), hay que entender lo que significa esto para Lahiri y el golf hindú. Millones y millones de personas despiertas a las 2 AM (aproximadamente), viendo como su «guerrero» peleaba palmo a palmo, en una situación cercana a lo soñado. Cabe remarcar que Lahiri es un referente para muchos de los jugadores que tienen su buena actualidad. Shubhankar Sharma (recordar el WGC-México Championship 2018) y Aditi Ashok (la mejor jugadora de India, en este momento. Anirban no dejó escapar ningún detalle para que Aditi se sienta lo más cómoda posible, en los Juegos Olímpicos) le tienen un respeto cercano a lo reverencial. Y él, con toda esta situación, no desesperó en ningún momento. De hecho, reconoció practicar la meditación durante media hora. ¿Elemento a tener en cuenta para nosotros, los golfistas amateurs?
Lahiri no ganó por mérito ajeno. De hecho, hizo la segunda ronda más baja para un líder, tras 54 hoyos (69 golpes). Y no ganó. Por lo tanto, podríamos decir que ese mérito le corresponde a un Cameron Smith que priorizó los beneficios, más allá de los riesgos a enfrentar. Piensen que hizo solo 4 pares, igualando la menor cantidad para un ganador del PGA Tour… ¡en los últimos 40 años! Solo Corey Conners, en el Valero Texas Open 2019, igualó este registro tan particular.
Por otro lado, el australiano igualó la mayor cantidad de birdies, para una jornada del evento (con 10). A todo esto, tenemos que sumar que fue el que más golpes sobre el green ganó. Y ahí está la clave de lo que vimos. Piensen que nuestra tradicional sede premia a los deportistas que minimicen los peligros a la perfección, ante una mala decisión desde el tee. Por lo tanto, el arte del escapismo se intensifica cuando la salida no es buena. Un escapismo que Cameron Smith supo aplicar, con una templanza que nos hace ver una notoria diferencia entre él y el profesional cercano al promedio. 13 greens de un putt. No hay oposición posible ante alguien que arriesga constantemente, sabiendo que siempre se puede generar una oportunidad más.
En las competencias de rally, cuando la trayectoria comienza a tener distintos contratiempos, predomina aquel piloto que domina su auto, efectuando los deslizamientos correctos. Así se ganan milésimas de tiempo, determinantes en el tiempo final. Y esas decisiones hay que tomarlas en cuestión de segundos, sabiendo que el precipicio está cerca. Un precipicio que ya está incorporado en la Stadium Course, del TPC de Sawgrass. Si a esto le sumamos la locura existente (a tal punto que también hubo una discusión de reglas entre Daniel Berger, Viktor Hovland y Joel Dahmen, en relación a la línea de dropeo del primer golfista nombrado. Cuando hay 20 millones en juego, nada se deja pasar), se necesitaba un DERRAPE CON PROFESIONALISMO, mientras transcurría el torneo. Un derrape con el que Cameron Smith convivió de manera ideal. Es un justo campeón.
Matías Miguel Torge
Handicap 54
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