La grieta también llegó al mundo del golf: «jugar por plata» vs. «jugar por el honor».
Todos sabemos el cariño que este espacio le tiene al «Camarón» Rodríguez. El mexicano comparte el liderazgo, en el Simmons Bank Open (auspiciado por la fundación de Brandt Snedeker). Y no fue el único latino que dio buenas noticias hoy: Matías Simaski, luchador si los hay, está segundo y a 2 golpes del estadounidense Manav Shah, en el Quito Open. A todo esto, nuestro querido Fabrizio Zanotti se encuentra T-17 y a 4 impactos de la punta, en el Betfred British Masters, disputado en el tradicional club «The Belfry». Ahora, lo comentado quedó eclipsado. Es que la situación parecía calmarse. Sin embargo, el caos tomó más impulso.
Sin lugar a dudas, todos subestimamos a LIV Golf. Y esto no es hablar bien de la nueva liga. Cabe remarcar que solo estoy haciendo referencia a la capacidad de negociación. Una capacidad que logró escabullirse en nuestro ambiente, luego de discusiones sin sentido sobre los valores morales de cada uno de los integrantes del mundo del golf. «El legado», «la fidelidad» y «el dinero manchado con sangre» fueron las pantallas perfectas para un juego de seducción, en las sombras. El PGA Tour, el DP World Tour y algunos jugadores (¿que serán ex miembros, dentro de unos días?) están transformando nuestra revolucionada actualidad en un típico divorcio de una pareja que no quiere asumir las necesidades insatisfechas de sus integrantes.
Hoy, todos los ojos fueron hacia el español Sergio García. En el Wells Fargo Championship, García está a 4 de un Jason Day que está saliendo de sus fantasmas («pensando día y noche en el swing»). No obstante, la atención pasó por otro lado. Al llegar al hoyo 10, el oriundo de Borriol terminó en el área de penalidad. Confundido (esta zona estaba a ambos lados del fairway), se fue en dirección opuesta hacia donde estaba su pelota. Cuando sus compañeros de salida se enteraron (por la televisión) que la bola estaba en el lado contrario a donde estaba buscando, el español solo buscaba salir del pantano para dirigirse allí. En ese momento, el reloj de búsqueda siguió corriendo (debería haberse pausado, hasta llegar a la correcta zona de búsqueda, ya que allí solo estaba la intención de trasladarse) y García encontró la pelota luego del tiempo cumplido (y mal contado), teniendo que asumir el golpe de multa. El enojo era inminente.
Más allá de que tenga razón o no, García se dejó llevar por las emociones, diciendo que «no podía esperar más para dejar esta gira» y «agradeciendo que no tendrá que lidiar más con todo esto, luego de las próximas 2 semanas». Las críticas llovían por todos lados y un nuevo cimbronazo se hacía sentir, en las oficinas de Ponte Vedra Beach. La grieta se agranda cada vez más.
El enojo fue desmedido. Ahora, el cansancio mental debe ser una mochila llena de piedras, en donde cualquier motivo es bienvenido para poner «el grito en el cielo». Quienes conocen nuestro deporte saben que los golfistas (tanto los profesionales como los amateurs) somos grandes perdedores. Por lo tanto, si a la presión del «día a día» le sumamos el buscar encasillar a los jugadores de LIV Golf como «mercenarios» del régimen saudí, es normal que estas cosas pasen. No estoy diciendo que este nuevo tour sea la panacea. El tema es que el PGA Tour y el DP World Tour atacaron el problema, sin ir a las causas del mismo. Para colmo, la gira estadounidense desnudó sus falencias, inyectando dinero «porque sí», en jugadores que se dieron cuenta que se podían hacer cosas nuevas para su crecimiento, dejadas de lado por desidia. En pocas palabras: sobraba dinero y faltaban ideas.
En toda separación, hay momentos de miseria. Y en esto hago referencia a lo que sucede alrededor de un Phil Mickelson que sufre la enfermedad crónica de la ludopatía, según lo que cuenta Alan Shipnuck, en su biografía no autorizada de «Lefty». Amigos: el zurdo perdió 40 millones de dólares, entre 2010 y 2014. A su vez, el periodista estadounidense menciona que Phil se separó de su caddie de toda la vida, Jim «Bones» Mackay, por deudas de pago. Y a esto hay que sumarle que el campeón defensor del PGA Championship hacía apuestas delante de John Hawkins (uno de los mejores comunicadores del golf), sabiendo que su esposa trabajaba para «Hugo Boss» (sponsor de Phil, en ese momento). Todos estaban al tanto de este «secreto a voces». Un secreto que fue utilizado por algunos de sus detractores, en este último tiempo y con malicia.
Si esto se sabía, ¿alguno del PGA Tour lo quiso ayudar, entendiendo el valor que tiene Mickelson, en nuestra actividad? No quiero entrar en todo lo que hizo nuestra leyenda para la gira, al mencionado en gran cantidad de ocasiones. Ahora bien, viendo el último video suyo (totalmente fuera de forma, dentro de un campo), es necesario dejar en claro que no podemos juzgar a alguien que parece este tipo de afección crónica, por más que esa misma persona haya cometido errores molestos. ¿O la moralidad importa solo para algunos temas específicos?

Volviendo al eje de la cuestión, los próximos árbitros de esta contienda serán los majors (más precisamente la USGA y la R&A, quienes no fueron taxativamente claros con los que jugarán en LIV Golf, más allá de alguna medida al respecto) y el ranking mundial. Recordemos que el problema se enfocará en el segundo torneo de este nuevo circuito, a disputarse en Pumpkin Ridge: club de Portland. Marcamos esto porque la preocupación del PGA Tour entrará en acción cuando la nueva gira pise suelo americano. Mientras tanto, la danza de nombres sigue en pie y falta oficializar una separación que sigue manifestándose, mediante señales como las que dijimos. El acuerdo está lejos, haciendo que todos terminemos SUBIÉNDONOS A LA CORNISA.

Matías Miguel Torge
Handicap 54
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